El Tipnis y el Gobierno en el trabajo de los periodistas
03 oct 2011
Por: Fernando Valdivia Delgado
La cobertura informativa realizada por periodistas de diferentes medios de comunicación, nacionales o extranjeros, y su correspondiente difusión de los excesos cometidos por efectivos policiales contra los marchistas de los pueblos originarios del oriente o tierras bajas, se ha convertido en nuevo motivo para desarrollar una agresiva campaña contra la prensa en general, así como, contra algunos medios que las autoridades de gobierno se encargaron de identificarlos “con nombre y apellido”, con la consabida calificación que implícita o explícitamente, deja traslucir la acusación de haberse cometido delitos, sin considerar en lo más mínimo las características de convulsión que generaron los hechos violentos producidos en la lejana población de Yucumo.
Por experiencia propia, estamos en condiciones de sostener que la cobertura de esos hechos o de otros producidos con similares características, como ser una revolución, un terremoto, un accidente de cualesquier naturaleza, así como un enfrentamiento entre sectores sociales, produce información imprecisa en el primer momento y, muchas veces, se hace casi imposible ratificar o precisar los datos que generan los actores de tales acontecimientos y, sin embargo, esas informaciones no dejan de ser noticias de interés público o relatos que violen la norma que rige la ética profesional. La noticia como tal no exacerba el ánimo de las personas y, peor, las imágenes de televisión sólo muestran los hechos mismos, cuyos efectos psicológicos en la sociedad no necesariamente provocan reacciones adversas.
El trabajo periodístico que exige y, en aquella circunstancia, exigió muchos sacrificios y limitaciones en los periodistas que durante semanas permanecieron junto a la marcha, transmitiendo información por constituir un hecho de interés público, ha sido enmarcado en el cumplimiento estricto de la ética. Lo contrario, no dar cobertura al hecho en sí, habría significado una violación por omisión y no por competencia entre medios. En la presente circunstancia, no es necesario hacer referencia a la noble tarea que cumplen los periodistas, ni a la “indiscutible gravitación” que pueda tener la prensa en general, en el transcurrir de la vida del país. Lo importante, en el momento, es mantener informada a la sociedad boliviana, sin la connotación que le asignan las autoridades de gobierno.
De hecho, el accionar de los periodistas y la tarea de los medios de comunicación, están muy lejos de cometer los delitos de calumnia, libelo infamatorio o injuria. El transcurrir de los días y la difusión de noticias más precisas sobre aquellos acontecimientos producidos a raíz de la protesta de los habitantes del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure, clarificaron el panorama y hoy se ven las aguas más claras, en un escenario falsamente generado para denigrar a los actores que sólo cumplieron su deber de informar y cumplir con las exigencias de la sociedad.
Es importante recordar que el derecho a la información, es parte de los derechos humanos y, en consecuencia, de la libertad que tiene todo ciudadano en el mundo y, la prensa juega el papel fundamental de cumplir esa misión, de contribuir a la vigencia de la paz, la tranquilidad y seguridad de la sociedad, preservar o restablecer el orden institucional, además, de evitar los excesos del poder político en momentos de conmoción interna, en un país.
No en vano se considera al trabajo periodístico, como el ejercicio de la profesión más riesgosa y peligrosa que la sociedad moderna tiene y, su presencia, en todo momento, es necesaria e importante para la vida de los pueblos. Por eso, el pensador puntualiza “… quienes emprenden grandes obras de utilidad pública, tienen que estar a prueba de las reacciones más insidiosas, de las desilusiones más penosas, de los insultos más ofensivos y, lo que es peor aún, de los juicios presuntuosos de los ignorantes”.
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