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Invitado


Domingo 02 de octubre de 2011

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Cultural El Duende

Ramón Campos Tibi

02 oct 2011

Fuente: LA PATRIA

Ramón Campos Tibi. Cobija, 1953. Poeta, dramaturgo, abogado, profesor y políglota. Premio Patujú de Oro – 1981 (Casa de la Cultura de Trinidad, Beni). En ocasiones, ha publicado sus materiales bajo el seudónimo de Fabry Paruma (del italiano fabbro: artesano, orfebre del verso - Paruma, en memoria de su abuelo Arlindo Paruma). Producción en Poesía: Primera elegía (1981). Transeúntes el uno y el otro y yo, transeúntes nosotros (1983). Las tres voces de Arlindo Paruma en la Amazonia (1990). De las semillas, unas cuantas mías (1990). Después de la distancia, la casa del siringuero (1993). Segunda elegía (1995). Del encuentro, felizmente la memoria (1997). Siringueros (1997). Tercera elegía (2004). Una centuria amazónica. Machetes, colinas y corazones de la Cobija bautizada (2005). En teatro: Lucho Paruma (1973), Mamá Nana (1973), Madre Siringa (1986), La cruz milagrosa (2008) y Monólogo de mi abuelo Arlindo Paruma (1995). Sus prosas están reunidas en Illotis manibus (1983).

La casa

Fragmento

Pies descalzos, barriga grande y desnudo

el hijo del siringuero

desde un barranco

mira un horizonte que no entiende.

Sólo sabe que en su vida

van y vienen las noches y los días;

que hace sol y que la lluvia

viene con las grandes nubes;

sólo sabe si el río está seco o está lleno;

si hay carne, yuca y arroz.

Nada más en la rutina de este chico

que en su entraña tiene otro río,

otra historia seguramente paralela,

incolora y dirigida al monte,

al castañal, / donde la castaña y la siringa

le aseguran la otra rueda del tiempo,

pero está, / seguro que está.

Cuando la madre, garrote en mano,

golpea y golpea trapos

que antes fueron camisas y pantalones.

Cuando el padre, / trazao en mano,

yamachí a la espalda, / escopeta al hombro,

sostiene la tradición, porque la vida

en el pahuichi del siringuero

son estas cosas y mucho más:

en el pahuichi está

el hilo invisible de una historia

intacta porque es siringuera,

persistente porque es macha,

continua porque es humana,

divina porque existe.

He ahí lo que esconde la distancia:

San Antonio, / Fortaleza, / Palma Real,

una existencia continua en el castañal,

con el siringuero

respirando la brisa del atardecer,

en un barranco del Madre de Dios,

con las manos en alto, / pero vivo,

persistente, / leal.La distancia

Tercera elegía

Fragmentos

IV

Entonces ocurrió. Desde el cielo cobijeño

el celeste claro fue cediendo a las sombras

de una muerte que venía galopante.

Como siempre, nadie sabía

que iba a derramarse sangre joven

en lucha desigual.

La tierra del camba siringuero

se iba a derrumbar.

Nadie sabía dónde

ni a qué hora, / ni cómo iba a suceder.

Se fueron enmudeciendo los árboles

porque el viento dejó de correr;

se cerraron los patios, las puertas

y las ventanas de las casas.

Nadie sabía nada de nada.

Cuando el silencio,

cuando la mudez y el dolor callaron;

cuando las mujeres y los niños se echaron a llorar,

los hombres sintieron la presencia de la muerte.

El universo se sintió indefenso

y del silencio se pasó a los llantos

de todo ser viviente.

La muerte estaba con Vanesa

en la avenida principal

de un pueblo orgulloso de ser joven,

herido en la belleza de una muchacha

definitivamente humana,

porque la muerte le pertenece a cada uno

y el hombre se amarra a la esperanza

para ser recordado,

para no morir del todo.

Siringueros

fragmento

V

Las circunstancias de la vida, / a mi edad,

deben ser como la luz que ilumina el mundo,

como esa luz que, pendiente del centro del universo,

no escoge a nadie para iluminarle el camino

que guía los pasos del siringuero,

viajero inmanente en la Amazonía de mi abuelo Arlindo

que, a fuerza de aguaceros y golpes de sol,

permanece intacto

en la historia oculta de la tierra pandina.

Probablemente como una sardina

que, a sabiendas del Tahuamanu,

desciende hasta el Madre de Dios,

vigila el Orthon, / pasea por el Abuná,

regresa al Manuripi

y de paso por el Bajo Virtudes,

descansa en el Acre, allí donde, seguro,

Arlindo Paruma le dará otro encargo:

la de ser, para siempre, su mensajera de amor.

Estas circunstancias

no pueden darse en otra parte:

de Pando es la vida

en el sayubú, la chaisita y el taitetú;

de Pando es la vida

en la mioca, el mandín y el surubí;

de Pando es la vida

en la vida misma del siringuero.

¡No me digan que el tucán

se viste de fiesta / en Nueva York!

¡No me digan que el tiluchi

labra su casa / en París!

¡No me digan que la garza

se posa quedamente / en Madrid!

¡No me digan nada! ¡La vida está aquí,

aquí canta la vida,

aquí permanece por siempre

y desde siempre, la vida.

La vida no es como un tronco seco

parecido a una tumba.

La vida no es como un gajo seco

parecido al silencio.

Como un viejo abuelo a quien sólo

le queda el apoyo / de un viejo tronco seco.

Fuente: LA PATRIA
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