A diario nos informamos acerca de múltiples abusos físicos, sexuales, verbales y emocionales especialmente de hombres a niños y mujeres; lo repudiamos y nos indigna, pero no analizamos sus causas ni soluciones. Miles de niños y mujeres en Bolivia sufren de violencia en la familia, de todas las formas posibles, desde el abandono, el castigo, amenazas, indiferencia, incumplir pensiones asignadas por ley, agresiones físicas y verbales, quemaduras, estrangulamientos, sofocaciones, apuñalamientos, mordeduras, violaciones sexuales, etc. ¿Por qué sucede esta agresión o daño deliberado del varón por intentar vencerla resistencia y obtener subyugación, control y dominio en el hogar?
Acaso no es la familia, la sociedad la que prepara para cumplir su rol de macho al hombre? Desde que nacemos vemos al padre con una connotación de santidad, él es el poder, la supremacía, y sabiduría al que se debe admirar y respetar, el que da todo por su familia, el protector que toma decisiones, que pasa poco tiempo en el hogar y sale a buscar el dinero. Su relación con todos los miembros de la familia es superficial, no participa de la cotidianidad, solo llega a revisar y asegurarse de que el hogar está funcionando, si algo está mal, él impone un castigo, su ausencia es dolorosa para los niños. Por eso desde pequeño el niño espera ver cumplida la promesa de ser el que manda, el que es servido y protege, el hombre fuerte de la casa, el jefe.
Generalmente el niño tiene más contacto con la madre y ve su sufrimiento, comprende que el padre debe tener pocos problemas y no sufre porque lo ve muy poco; entonces decide seguir el ejemplo del padre porque el camino es más fácil. Ser hombre-padre le asegura no sufrir como su madre. La madre es siempre la que se sacrifica para atender las necesidades de los otros, para el niño ella es su apoyo. Ella es el primer ejemplo de cómo los seres humanos se relacionan mediante la imposición, dominación, subyugación y abnegación.
Las niñas tienen un destino, crecer, casarse, ser de otro y tener hijos, desde pequeñas son preparadas para esto, les asignan el papel de madre cuando la madre no está, cuidan a los hermanos y hasta al padre. El niño es un "bandido", juega, suda, se ensucia y le celebran que sea activo, si la niña lo hace la castigan, el vestir del niño es más cómodo. Las niñas tienen como tarea ser sumisas, no explorar, quedarse en casa, a él lo dejan salir, jugar bruscamente hasta agarrarse a golpes con otros niños, es normal. El niño a consecuencia de estas concesiones empieza a desarrollar sus habilidades para manipular su medio. La familia prepara al niño para que sea el heredero del poder en el hogar y se va formando una sociedad machista Que incentiva la violencia.
Cuando el niño se hace hombre busca una pareja, hace lo posible para conquistarla, le finge amor, esconde su machismo, entra en la relación convencido de que todo lo que aprendió es la forma correcta de relacionarse, solo tiene que inducir a su pareja, convencerla es una prueba de superioridad, conquistarla es un reto a su capacidad de controlar y dominar para mantener su superioridad.
Ya casados el hombre desnuda sus verdaderas intensiones de autoridad, pone en práctica todo su entrenamiento de ser padre-jefe. Las primeras etapas no suele ser violento y es más bien flexible, mas tarde empieza a salir solo para hacer "cosas de hombres" y poco a poco deja que su pareja se encargue sola del hogar mientras el no está, coerciona a la mujer muy sutilmente. Esta conducta se nos hace tan natural que ni siquiera nos percatamos que a diario está sucediendo. Cuando la mujer siente la presión, el maltrato y se atreve a rebelarse recibe mayor agresión que se torna muchas veces exagerada y hasta patológica. Violándose derechos elementales de la mujer y el niño.
Afortunadamente estas conductas machistas están disminuyendo con la socialización de estos temas, la intervención de organizaciones activas en el ámbito de hacer cumplir las leyes (que son insuficientes) contra la violencia intrafamiliar y la equidad de género. Una parte de las soluciones a esta problemática es lograr un cambio de conducta de nuestra sociedad, un cambio cultural y colectivo en la crianza de nuestros hijos, basados en el amor, la equidad de género y el bienestar; la educación, la religión, los medios de comunicación masiva, las tradiciones y cultura, la penalización de la violencia intrafamiliar y otros que requieren un amplio debate.
En una segunda parte profundizaremos acerca de las soluciones a la violencia intrafamiliar que atañe a cada uno de nosotros y a la sociedad en general.
(*) Licenciada en Ciencias de la Comunicación
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