Viernes 23 de septiembre de 2011

ver hoy













































































Mientras el socialismo sea incapaz de comprender que no es una religión y, sobre todo, cuando supóngase seguirla aun siendo uno de otra o directamente agnóstico, su ideología, sus postulados, sus principios ya nacen en contradicción democrática y a contramano de los derechos básicos de una persona.
Así, un socialismo no difiere sustancialmente de la mecánica de un fascismo, está claro. Y si lo está, hay que replantearse el juicio que tenemos hacia él. Por eso, que ice las banderas de la justicia es una contradicción, porque lo hace sobre la base de la revancha de la injusticia. En nombre de la no discriminación, hoy se discrimina. En nombre de la lucha contra el racismo, se es racista. En nombre del vituperado indígena, se vitupera al otro. En la lucha contra el colonialismo, se coloniza. En su objetivo por unir a una nación, se procede a dividirla en sus extremos, con exacerbación incorporada.
Eso exactamente está ocurriendo en Bolivia, aunque en verdad mucho peor, pues el socialismo ha tomado al indigenismo como propio o como su causa y el indigenismo al socialismo de manera inversa, de tal manera que esa alquimia está resultando, en estos precisos momentos, altamente explosiva. No sólo por razones tan obvias como las de entender o definir qué es, finalmente, el indigenismo en un país que está compuesto por una vasta gama de mestizajes que hacen imposible determinar quiénes y cuántos son los indígenas, sumado al concepto de ‘originario’, que agrega-quita muchos más elementos de identificación, sino también porque si en un inicial tramo se trataba de una lucha de clases (por llamarla igual de manera incierta) entre el ‘blancoide’ como sinónimo de latifundista, oligarca y dueño histórico del poder económico, ahora se traslada a los mismísimos indígenas, pero de uno y otro lado, separados por pocos kilómetros aunque sí por muchas diferencias de origen, como hoy que se declaran marchas y contramarchas desde polos opuestos o, peor aún, cuando en medio del conflicto surgen también los habitantes de una zona, que no son originarios, sino campesinos.