Oruro se ha convertido en una ciudad plagada de comerciantes, una mayoría informales, que se han ubicado donde y como pueden con el único objeto de comercializar la más increíble variedad de productos desde comestibles, baratijas, adminículos para el hogar, adornos, libros, música, inclusive equipos de sonido y un surtido de celulares, el asunto es vender algo que casi siempre tiene un seguro comprador.
Este hecho que se observa diariamente en la ciudad y con mayor incidencia en la parte central no es sólo parte de una solución “social” al problema de la desocupación, resulta que por cuerda separada es también un negocio para las arcas municipales, pues los comerciantes informales deben pagar ciertas tasas por “patentes o sentajes” por el uso de espacios en las aceras y/o calzadas, lo que significa con una sumatoria diaria un rubro de interesante ingreso para las arcas del municipio.
A partir del reconocimiento de estas circunstancias especiales, el caso de la necesidad de subsistencia de mucha gente que se vuelve comerciante para ganar algo de dinero y por otra parte el indirecto negocio del municipio para ganar otro tanto, el asunto se convierte en problema de difícil solución porque eliminarlo significaría restar ingresos a centenares de personas y reducir un flujo de ingresos a la comuna.
Ahora bien, se trata de un hecho que no puede permanecer indefinidamente causando problemas a la ciudadanía, pues el crecimiento del comercio informal y callejero avanza alarmantemente hacia todos los sectores y complica la vida de la gente que debe sortear peligrosamente los obstáculos “acomodados ingeniosamente” en las aceras y muchas calzadas por los que además, seguramente no de todos pero si de la mayoría, el municipio “levanta” una buena recaudación.
La solución más práctica en el tiempo actual correspondería a realizar una batalla frontal para eliminar los puestos de comercio callejero, lo que en verdad resulta imposible, dadas las características del hecho social y del negocio indirecto municipal. Lo ideal sería que los unos puedan seguir con su negocio y el municipio siga percibiendo ese ingreso cotidiano, cómo hacerlo?
La respuesta parece centrarse en la necesidad de habilitar más centros de abasto, empezando por construir el Mercado Central y además asumiendo la responsabilidad de ampliar los otros dos mercados de la ciudad, el Campero y el Fermín López que juntos podrían albergar a los comerciantes de las calles, dejando expeditas las aceras y calzadas, recobrando la condición de ciudad ordenada y limpia.
Parecería un proyecto difícil, sin embargo por la necesidad y urgencia de cambiar la ciudad se justifica la aprobación urgente de un presupuesto que permita encarar con urgencia la remodelación de los dos antiguos mercados y paralelamente la construcción del Mercado Central, claro está con un adecuado cronograma de obras que evite colapsar la ciudad, ya comprometida seriamente por la excesiva cantidad de comerciantes.
La plaga del comercio informal debe combatirse con un macro proyecto que sea asumido responsablemente por nuestras autoridades, empezando por las del Gobierno Municipal y recibiendo el apoyo logístico de la Gobernación para que de manera coordinada se de paso a la ejecución del proyecto de mayor necesidad pública en la ciudad.
Fuente: LA PATRIA
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