La actual pugna entre el Gobierno de Bolivia y los pueblos indígenas, habitantes del Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis), ha puesto de manifiesto dos ideologías contrapuestas: el desarrollismo y el ecologismo. Paradójicamente el actual Presidente Evo Morales que hasta hace poco mantenía el liderazgo mundial del ecologismo, en este problema sostiene una postura cercana al desarrollismo.
El ecologismo es una cosmovisión que considera a la naturaleza o más precisamente a la tierra como algo absoluto que debe ser respetado escrupulosamente. En el área andina toma el tinte religioso de dar culto a la sagrada Madre Tierra o Pachamama, ofreciéndole q’oas, mesas y sangre de llamas e incluso de seres humanos. En Bolivia el Presidente realizó sus dos entronizaciones en honor de la Pachamama en el imponente escenario de Tiwanaku en el Altiplano.
La cosmovisión ecologista, unida a la indigenista, está presente en la redacción de la actual Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia que por ello otorga derechos privilegiados a los pueblos indígena originario campesinos a los que reconoce como naciones y otorga amplia autonomía sobre sus territorios (Art. 2, 30, 186-192, 385-392).
A nivel político el Presidente Morales defendió en la Asamblea General de la ONU la Declaración de los Derechos de la Madre Tierra y la celebración del Día de la Madre Tierra, recibiendo el 29 de agosto de 2009, de Miguel d’Escoto, entonces Presidente de la Asamblea, el título y medalla de “Héroe Mundial de la Madre Tierra”. El Gobierno de Bolivia sostuvo posiciones radicales en la dos Cumbres Climáticas, Tiquipaya Bolivia (abril de 2010), y la mundial en Cancún México (noviembre del mismo año). En ésta última Bolivia rechazó como insuficiente la resolución final de limitar progresivamente los gases contaminantes, aprobada por todos los restantes países. Propuso, sin éxito, la creación de un tribunal universal medioambiental para condenar los delitos contra los derechos de la madre tierra, similares a los genocidios y a otros delitos de lesa humanidad.
Pero paradójicamente en el problema del Tipnis el Gobierno de Bolivia, bajo el control del Presidente, ha adoptado la posición del desarrollismo, ideología que considera al desarrollo económico material como el objetivo máximo a alcanzar por el Estado por encima de otras consideraciones sociales o medioambientales. Para Morales la carretera transversal del Tipnis es totalmente necesaria por los beneficios económicos que traerá. No cae en la cuenta de que esta posición radical, viola las leyes y disposiciones que él mismo aprobó e incluso es contraria a la misma Constitución que exige la consulta previa a los pueblos indígenas (art. 30.II.15.), la cual debería haberse hecho antes de firmar el contrato “llave en mano” con OAS, la empresa brasileña a la que se adjudicó la obra dentro de un hermetismo sospechoso.
Por todo ello creemos que la solución correcta en el problema del Tipnis pasa por la construcción de una vía que conecte los departamentos del Beni y Cochabamba, pero sin atravesar el parque, ya que en caso de hacerlo llevaría en un plazo mediano a la destrucción de un sistema ecológico de casi un millón de hectáreas, único en Bolivia por su biodiversidad en flora y fauna y por su reserva de agua. Forma parte de la Amazonía, región reconocida por los científicos a nivel mundial como el gran pulmón de la humanidad. Para preservar ese ecosistema todos los países del mundo deben colaborar financieramente, tal como ha planteado el Presidente de Ecuador, Rafael Correa, en defensa del Parque Yusumi, de características similares al Parque Isiboro-Sécure.
Muchas personas e instituciones, dentro y fuera de Bolivia dan su apoyo a la marcha de los indígenas por la preservación del Tipnis y piden establecer un diálogo abierto que desemboque en una solución equitativa, modificando la proyectada carretera transversal a favor de una alternativa que circunvale el Parque para beneficio de los pueblos indígenas, de la población de Bolivia y de toda la humanidad. La Doctrina Social de la Iglesia Católica rechaza tanto el ecologismo como el desarrollismo. Reconoce a la tierra como una creación de Dios para el desarrollo integral de la comunidad humana, quien debe cuidarla y utilizarla responsablemente teniendo en cuenta también a las generaciones futuras (CDSI 461-465).
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