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Domingo 18 de septiembre de 2011

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Cultural El Duende

Desde mi rincón:

Antonio Mitre: Per aspera ad astra

18 sep 2011

Fuente: LA PATRIA

TAMBOR VARGAS

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Con Antonio Mitre compartimos la pertenencia a una misma generación, vital e historiográfica. Aunque no nos conocimos hasta que él retornó, ya doctorado, a Cochabamba, desde entonces hemos mantenido una relación basada en un aprecio mutuo. Ahora tengo el placer de dedicarle esta página, oriundo de Oruro, en una revista cultural orureña.

I

Sería en la segunda mitad de la década de los 70; yo llevaba ya algunos años instalado en Cochabamba y Antonio llegó, flamante doctor, con una tesis preparada bajo la tutela de Herbert S. Klein, defendida en 1977 y publicada bajo el título de Los patriarcas de la plata. Estructura socioeconómica de la minería boliviana en el siglo XIX (Lima, 1981). Sus antecedentes académicos no eran propiamente convencionales: había iniciado sus estudios superiores en la Escuela Normal Católica (también lo hizo otro coetáneo, Luis H. Antezana); luego, se sintió atraído por el estudio de la Historia y en 1970 se le ofreció la posibilidad de hacer la maestría en Austin y, luego, el doctorado en la Universidad Columbia de Nueva York.

Llegaba, sí, doctorado a Cochabamba, pero aquélla era la hora de la verdad: es decir, la de encontrar una forma laboral de poder desarrollar y aplicar la formación recibida en tierras lejanas. Fui testigo cercano de una búsqueda que cada vez más iba adquiriendo los rasgos de un combate insensato: resultó que las instituciones locales cochabambinas y locales bolivianas no demostraron interés por un doctor historiador. Resumiendo: un rosario, más de decepciones que de fracasos. En este deprimente contexto nació la idea de buscar en el extranjero: lo efectivo es que Antonio Mitre emprendió un nuevo camino en Brasil.

II

Lo hizo como profesor en la Universidad Federal de Minas Gerais, en Belo Horizonte: empezando por abajo, claro; y adaptando intereses y posibilidades tanto de enseñanza como de estudio a la demanda de aquella universidad: así, su actividad se ha desarrollado dentro de un Departamento de Ciencias Políticas. Por otro lado, insertarse en la trama académica brasileña ha significado para él casi ‘olvidarse’, no sólo de sus temas bolivianos, sino de la más amplia disciplina hispanoamericana. ¿Por qué? Porque en el ámbito académico del gigante brasileño, eso queda demasiado ‘lejos’: no sólo resultaba exótico, sino que tampoco le ofrecía los recursos bibliográficos imprescindibles. A uno pueda parecerle ‘ciencia ficción’, pero así funcionan (o así funcionaban entonces) las cosas. Con estos sacrificios, Antonio se cargó de paciencia y se adaptó a las condiciones reales. Y se fue familiarizando con los estilos, formas y perspectivas locales. Y fue ganándose el aprecio de sus colegas como para conservar su puesto de trabajo; no sólo para conservarlo, sino para ir ascendiendo en la escalafón de la carrera universitaria.

Pero Antonio no se contentó con adaptarse a las condiciones brasileñas de trabajo. Como no dándole mayor importancia (sin declaraciones, pero con hechos), nos ha ido demostrando que no estaba dispuesto a renunciar a sus intereses intelectuales bolivianos. Dan buena fe de ello la serie de estudios sucesivos que ha ido publicando. He aquí una muestra (no sé si completa, pero bastante representativa).

Empezó con el prometedor ensayo El monedero de los Andes. Región económica y moneda boliviana en el siglo XIX (La Paz, 1986; con reedición de México, 2004), en parte deudor de lo que había aprendido en su investigación doctoral y en parte fruto de nuevas reflexiones. Pasados algunos años, nos dio el resultado de nuevas curiosidades: de la plata pasó al estaño y del siglo XIX al XX; los resultados de la investigación (gracias a una beca Guggenheim) quedaron asentadas en dos publicaciones: Bajo un cielo de estaño. Fulgor y ocaso del metal en Bolivia y El enigma de los hornos. La economía política de la fundición de estaño: el proceso boliviano a la luz de otras experiencias (ambas, La Paz, 1993). Hasta aquí había permanecido en el sector minero boliviano andino; a partir de entonces abrió nuevo tema y nueva geografía: con Los hilos de la memoria. Ascensión y crisis de las casas comerciales alemanas en Bolivia, 1900-1942 (La Paz, 1996) y con Náufragos en tierra firme. Bloqueo comercial, despojo y confinamiento de japoneses de Bolivia durante la Segunda Guerra Mundial (S. Cruz de la Sierra, 2006) ha puesto algunos puntos firmes en el tema de los sectores comerciales importador y colonizador del Oriente.

Últimamente ha incursionado en el área estrictamente política (¿cómo olvidar que Antonio lleva tres décadas trabajando en un Departamento de Ciencias Políticas?). De forma breve, pero nada ensayística, pues demuestra plena responsabilidad profesional y se mueve con comodidad en un tipo de problemas que le son familiares, se adentra en uno de los laberintos actuales del país; y como otras veces, lo hace con un título por demás sugerente: Nosotros que nos queremos tanto. Estado, modernización y separatismo: una interpretación del proceso boliviano (S. Cruz de la Sierra, 2008). O recopila trabajos breves que atañen tanto al historiador como al politólogo que, un poco a la fuerza, también ha acabado siendo: El dilema del Centauro. Ensayos de teoría de la historia y pensamiento latinoamericano (Santiago de Chile, 2002).

Incluso en un resumen a vista de pájaro, limitándome casi a enumerar títulos ordenados según su cronología, ya resulta ejemplar la fidelidad de Mitre al país que no supo acogerle cuando sólo le pedía un modesto acomodo.

III

Después de sus tres décadas de asiduo trabajo en Brasil, Antonio Mitre ha sido seleccionado para formar parte del grupo que recibió una de las más altas distinciones que aquel país otorga a sus docentes e investigadores: el 26 de mayo de 2010 el Presidente Lula da Silva lo recibió como Comendador de la Orden Nacional del Mérito Científico (curiosamente, en la sección de Ciencias Sociales y Humanas de su universidad, sólo fueron dos).

Estoy seguro de que aquel ya lejano día trajo una profunda satisfacción a Antonio: vio reconocida la calidad de los servicios prestados en toda su carrera universitaria; particularmente por tratarse de una distinción poco o nada manipulable por los pequeños intereses o los favores entre amigos. Su constitución y la valoración de las postulaciones queda en manos de las más altas instancias federales.

Para Bolivia la noticia también debe ser causa de alegría, pues nos honra a todos (y no sólo a quienes hemos compartido intereses, ilusiones y fracasos con Mitre); pero parece que ningún medio de información tomó nota del hecho. Y a Antonio, con su perenne discreción, lo último que podía ocurrírsele era promover personalmente su difusión. Cuando lo he sabido de su boca, me ha parecido percibir su pizca de decepción por esa falta de resonancia boliviana; digo pizca, porque ya podía contar con una inveterada sordera. Pienso que nunca es tarde para enmendar estos silencios; por desgracia sí lo es para revertir, en su caso, la ‘injusticia’ que lo condenó a esa especie de exilio que llamaremos ‘académico’.

Fuente: LA PATRIA
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