Con el mismo tesón y coraje con que Morales luchó en los caminos por conquistar el poder, así también los indígenas de tierras bajas luchan hoy por sus derechos y su supervivencia. Y por esas vueltas de la vida, se enfrentan con un gobierno al que consideraban suyo, lejos de imaginar que un día les golpearía con saña y crueldad.
Por el tratamiento centrado en el tramo que atraviesa el corazón del Parque Nacional Isiboro Sécure, parece que eso fuera todo; es decir, el camino entre el trópico de Cochabamba y el Beni. Sin embargo, la carretera en cuestión es parte de un otro proyecto al que casi no se lo menciona, y es el que ejerce poderosa presión desde fuera al gobierno de Morales.
El proyecto del corredor que uniría el océano Atlántico con el Pacífico, desde el puerto De Santos en el Brasil con los puertos chilenos de Arica e Iquique, pasando por Santa Cruz en Bolivia, es una ambición acariciada desde hace tiempo. Arica vive de Bolivia, eso no es ningún secreto. En alerta de que esa situación pudiera cambiar, en los años 90 un senador chileno vino a proponer la creación de un atractivo polo de desarrollo económico en la región, con miras a morigerar la asimetría notoria en el balance comercial entre Chile y Bolivia.
En el enfoque había un elemento convincente sin mayores problemas: los caminos son siempre buenos, y si relaciona varios países, mejor todavía. Pero junto a la idealidad irreprochable existe la combinación de intereses en el orden material y económico. “Los negocios son negocios”. Chile y Brasil están jugando sus mejores cartas en el asunto. Cada cual tiene bien definida su estrategia geopolítica. Saben lo que quieren.
Desde ese punto de vista, la pregunta crucial surge de inmediato: ¿Y Bolivia con qué “vela asiste a ese entierro”? Son tres los socios en el gran negocio. El país mediterráneo en lugar de trazar su propia estratégica, valorando con justeza su aporte a la carretera internacional, lo que hace es alimentar la confrontación interna. Brasil y Chile no son enemigos de Bolivia, desde luego; pero sí rivales en la generación de riqueza. ¡Quién lleva mejor agua a su molino!
En el contexto anterior mencionado, la idea de que Brasil influyera para que Bolivia sea escuchada por Chile en su anhelo de volver a la costa marítima, estuvo latente. No se sabe si alguna vez se planteó en esos términos; pero una frase lanzada desde un periódico nacional resume la posición de Bolivia en ese momento: “Si no hay mar, pues no habrá corredor que valga ¡Así de simple!” (Anamar, 1997).
Hoy vuelan otras moscas. Parece que aún se actúa bajo el efecto ilusorio de la “confianza mutua”. Chile interviene a las “callanditas” con una inversión de 93 millones; Brasil con 132 y pico, y Bolivia -el más pobre de los socios- con alrededor de 400. Cargada de cuantiosa deuda (crédito de Brasil), abre gratis su territorio para el fantástico corredor de marras. Y encima el Presidente se pelea con sus aliados de otrora; se descorre el telón con la ambición de los cocaleros y emergen del oficialismo las más flagrantes expresiones de racismo y discriminación. ¡Demasiado caro para sentirse contento!
(*) El autor es pedagogo y escritor
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