Sábado 10 de septiembre de 2011

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Según el relato bíblico, la soberbia de los hombres les impulsó a construir la Torre de Babel, obra gigantesca que uniría la Tierra con el Cielo, y que Jehová en vez de exterminarlos hizo que los ingenieros, capataces, albañiles y peones comenzaran a hablar en lenguas diferentes produciéndose una monumental confusión que echó por tierra el proyecto iniciado.
Ese bello y educativo pasaje bíblico relaté con llaneza a mi comadre cochabambina cuando me contó que en la Asamblea Legislativa de nuestro Estado Plurinacional, multicolor y folklórico se debatió sobre una ley que nos obligará a todos los bolivianos a hablar en aymara, quechua, chipaya, sirionó y otras lenguas nativas para comprender mejor a los indígenas de nuestro país.
Orgullosa de hablar quechua y español mi comadre cochabambina, luego de tratarme de chunquituy, compadrituy y de chaskañawi, me instó a que aprendiera rápidamente quechua, aymara, guarayo y sirionó.
Me negué rotundamente a emprender tal empresa idiomática pues me han dicho que el Presidente Evo no habla ningún idioma nativo y que tampoco lo hace el conocido intelectual que oficia de Vicepresidente y sin embargo Evo figura ante el mundo como el primer Presidente Indígena de América Latina, olvidando que el primero fue Benito Juárez que gobernó a México en el siglo pasado. También dije a mi interlocutora cochala que nuestro Vicepresidente podría haber aprendido a hablar en quechua porque nació allí o vivió en Cochabamba donde el quechua es un lenguaje coloquial.