Jueves 08 de septiembre de 2011
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Cuando el arzobispo del Alto, Monseñor Jesús Juárez dijo hace algunos días: “¡Qué hermoso sería que el Presidente Evo fuera al encuentro de los marchistas indígenas del Beni y dialogara con ellos hasta solucionar el conflicto!”, pregunté a mi comadre Macacha con mi habitual inocencia si nuestro Presidente habría escuchado ese buen deseo del pastor alteño formulado en nombre del Episcopado boliviano, habría llegado a Evo.
La astuta cholita cochabambina me miró compasivamente y me dijo: “¡Ay, compadre! ¿Hasta cuándo seguirá usted siendo tan coxuater…? Claro que nuestro Presidente ha escuchado el sabio y pacífico deseo del Obispo alteño, o ha sido informado del buen deseo sacerdotal de Monseñor Juárez, pero aquél ha preferido hacerse el ‘k’aasa’, y ha dicho cazurramente: ‘No se oye, tata’, lo que equivale a la voz aymara Janiwa, que en un No más rotundo que el ‘niet’ de los rusos en épocas del socialismo en la Unión Soviética”.
Admiré una vez más la sagacidad de la cochabambina.
Algo desalentado a raíz de la sordera súbita de nuestro Presidente, dije a mi comadre que la Iglesia que es sabia no podría aconsejar mal a nuestro Presidente en un asunto tan importante para Bolivia como es la construcción de una carretera que unirá Cochabamba con el Beni sin dejar de respetar los derechos de los indígenas benianos y que para lograr ese propósito Evo debería dialogar con los marchistas benianos.