Una definición que le toca asumir al presidente del Estado Plurinacional, Juan Evo Morales Ayma, es fijar su posición y estatus social en la comunidad para identificarse en definitiva como “indígena” o “cocalero”. Es difícil querer montar dos caballos a la vez, así sean estos de la tan pregonada y desgastada “revolución para vivir bien” que se anuncia en todos los actos oficiales del gobierno y se usa como mensaje central de la propaganda oficialista.
Morales tiene el derecho de fijar una identidad para que todos sepan en qué equipo juega (esto en alusión a que le gusta tanto el fútbol) y la obligación moral de hacer conocer con qué clase social económica y política trabajará, para que así el conjunto de los bolivianos conozcamos a qué interés responde su conducta y como “obedece al pueblo” en la nueva estructura del Estado Plurinacional.
Esa definición es urgente, porque no se puede asumir la cómoda posición al exterior del país para mostrarse como “indígena” y en nuestro territorio gobernar bajo el perfil de “cocalero”, más aún si continúa siendo el líder máximo de la organización que agrupa a los productores de la hoja de coca del Trópico de Cochabamba. Esa actitud esta manifiesta frente al conflicto surgido por las demandas de los indígenas del Territorio Indígena del Parque Nacional Isiboro Sécure, (Tipnis), cuando le pidieron que vaya a reunirse con ellos y prefirió estar en cualquier región del país, menos visitar la reserva natural con una extensión de 1,2 millones de hectáreas, ubicada entre las provincias Chapare del Valle Alto (Cochabamba) y Moxos y Marbán (Beni) en la jurisdicción del municipio cochabambino de Villa Tunari y los municipios benianos de San Ignacio de Moxos y Loreto, respectivamente.
Si el presidente Evo Morales –como demuestra- prefiere a los cocaleros, quizá porque lo acogieron cuando emigró de Oruro, después de ser músico en la Policía de Cochabamba, para radicar en el Valle Alto, sale a relucir una inentendible actitud de usufructuó “indígena” que destaca su ingrato proceder porque durante muchos años y hasta la fecha se presenta como “indígena” y gracias a ello creció su popularidad internacional, en los foros y eventos donde asistió como indígena boliviano.
Para ubicarnos mejor podemos afirmar que el presidente Morales Ayma es de origen campesino, puesto que nació en la población de Orinoca en la provincia Carangas de Oruro, desde donde se trasladó primero a la ciudad de Oruro junto a sus padres y luego emigró a Cochabamba, por lo que su gobierno resultaría ser de esencia campesina y no indígena como se pretende demostrar al “concierto de las naciones” que tanto pregonan los gobernantes, estando siempre más cerca de los cocaleros que los indígenas.
Así también debemos recordar que los verdaderos indígenas, ahora enfrentados por la actitud de las autoridades de gobierno, no se oponen a la construcción de la carretera que ya está financiada y tiene un trazo casi definido por el Tipnis, sino reclaman respeto por su territorio. Son estos pueblos indígenas que impulsaron la reforma de nuestra Constitución Política del Estado, cuando realizaron su histórica Marcha por el Territorio y la Dignidad que partió el 15 de agosto de 1990, hace 21 años, cuando los administradores del actual gobierno y el propio presidente Evo Morales, ni siquiera pensaban en los indígenas y menos todavía usufructuar ese rótulo para ganar el respaldo y aprecio popular.
Los indígenas del Isiboro Sécure piden respeto de su derecho que tienen a la consulta y que fue reconocido por el Estado boliviano al ratificar el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), donde se establece que el gobierno debe lograr el consentimiento de las comunidades que resultan afectadas por la ejecución del proyecto vial, aunque dicha consulta no implica un derecho de veto.
Las comunidades indígenas originarias del Tipnis están de acuerdo con la construcción de la carretera que unirá Cochabamba con el Beni, pero no aceptan que se afecte su reserva natural, por lo que piden que se busque un trazo adecuado sin perjudicar el eco sistema y causar daños en la flora y fauna silvestre, cuyas especies incluso son únicas en el mundo.
Ese derecho debe ser respetado y el presidente Evo Morales quien se constituyó en principal impulsor para la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos Indígenas aprobado por las Naciones Unidas y hasta la fecha sólo reconocida por el Gobierno de Bolivia, no puede ignorar la vigencia de ese derecho consagrado por propia iniciativa de los bolivianos y demostrar así que lo que se pregona al concierto de las naciones se cumple y se acata, porque lo contrario sería borrar con el codo lo escrito con la mano y que mejor demostrar con el ejemplo que realmente se respeta a los indígenas bolivianos.
Ojalá la advertencia de las mujeres del Isiboro Sécure que criticaron al primer mandatario por sus expresiones apresuradas, inmaduras e irrespetuosas en contra de las mujeres indígenas, cuando dijo que “debían ir los jóvenes a conquistarlas para que acepten la ruta de la carretera por medio del Tipnis”, no haya sido el motivo porque ahora no quiere llegar a esa zona, cuando el mismo pregona que gobierna obedeciendo al pueblo. Los indígenas del Tipnis también son bolivianos, pese a continuar luchando contra la pobreza y la desatención o imposición de los gobiernos de turno y son parte del pueblo a quien el presidente Evo Morales tienen la obligación de escuchar.
(*) Periodista
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