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Domingo 04 de septiembre de 2011

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Cultural El Duende

Bohemia Sucrense

04 sep 2011

Fuente: LA PATRIA

El académico de la lengua, Luis Ríos Quiroga, trata temas romántico-regionales del clavel, el pasado heroico de Chuquisaca y las pasiones que motivaron la creación poético musical de la ínclita ciudad de los cuatro nombres

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Tercera de 9 partes

La discriminación brutal que ejerció sobre la chola la minoría aristócrata diseminó la propaganda que era una inmoral y una hiena en tiempo de brama.

Pero, la realidad nos muestra que la chola es la más abnegada en el amor por sus hijos, por su hombre, hasta soportar la más negra ingratitud del hijo que muchas veces niega y reniega de las entrañas donde se formó.

Carlos Medinaceli, en la vida real, fue objeto de aquel amor, y por esta razón y con extraordinaria valentía, paseó por las calles de Sucre, su amor irregular haciendo bramar de ira a la aristocracia de Huanchaca. Después consagró a la chola en su novela La Ch’askañawi, que perdurará en la literatura boliviana, porque es un Canto Épico del triunfo de la nueva raza mestiza representada por la chola quien triunfó con su manera de ser, con su lenguaje, con sus costumbres, con su paisaje y folclor, sobre la decadente aristocracia que presumía ser la depositaria de la casta española. Carlos Medinaceli con esta novela y otros escritos donde elogia las virtudes de la chola: Elemento básico de la nacionalidad boliviana. El elemento más sano, laborioso y próspero de la Patria, abofeteó a la aristocracia local.

Rafael García Rosquellas, escritor sucrense, también escribió cuadros costumbristas de la psicología sucrense, teniendo a la chola por protagonista, como el titulado ¿Cuántas guaguas tiene usted, Comadre?, que refleja el sentimiento ternuroso de la mujer del pueblo.

El rasgo distintivo del modernismo en la prosa fue el realismo y así Medinaceli produjo esta novela escrita con bastante dosis de ironía y levantando su personalidad hasta un nivel de consagración. Fue otro sucrense rebelde e inconforme con lo establecido.

LA PEÑA DE SUCRE

Y la bohemia sucrense, a través del tiempo, continuó agrupando a poetas, artistas, escritores, periodistas, cuya característica principal, es su actitud espiritual ante el medio y la época, generalmente una actitud de lucha contra las tradiciones negativas, y la insurgencia por los tiempos nuevos, como tenemos dicho.

La Peña de Sucre, se fundó la noche del 5 de septiembre de 1953, en la casa del poeta Fernando Ortiz Sanz, con la presencia de Gunnar Mendoza, Gustavo Medeiros, Julio Ameller Ramallo, Enrique Vargas Sivila, Guido Villagómez, Hernando Achá Siles, Alberto Martínez y Roberto Doria Medina, bajo el lema: Si hay espíritu, frase condicional que estaba refinadamente elaborada y ceñida a la medida de la edad madura. Naturalmente el lema Si hay espíritu, dio sus resultados con la ininterrumpida aparición del Boletín de la Peña con páginas de real valor para la bibliografía boliviana.

La Peña, según el poeta Guido Villagómez, era:

Ni torre de marfil ni gruta barroqueña,

ésta es una posada de errantes peregrinos

aquí convergen todos los humanos caminos

y el portón se franquea sin parcial contraseña.

Improvisa el paisaje nuestra lírica enseña:

La libérrima brisa tremolando en los pinos…

la brisa es el espíritu: Materia de los vinos

y panes compartidos como en mesa hogareña

Aquí la soledad se torna compañía.

Aprendices de un gremio de noble artesanía,

forjamos los indóciles metales de la idea;

por lema: “Si hay espíritu”; por blasón: el asombro;

de los ojos del búho que medita en el hombro

de mármol serenísimo de Palas Atenea.

Se reunían los sábados al anochecer, en el café Florida de la calle Calvo para dar a conocer la chispa del corazón y destello de la inteligencia. Sin embargo, esta Peña, como es costumbre en Sucre, fue mal vista porque recibía en su seno a personas de edad avanzada que despertaban la suspicacia en sus respectivos hogares. Así Gunnar Mendoza refiere que a su abuelo en casa lo amonestaban diciendo: Nada de peñitas, busca mejores pasatiempos. Aunque el honrado viejo, juraba que la Peña era inofensiva, aparte de beber uno o dos submarinos y de tres o cuatro gotas de absintio. La Peña no contentó a nadie, excepto a los mismos peñistas. ¿Y qué importa, si ahora valoramos de aquellas personalidades su proyección significativa en el campo de la cultura? Con razón el poeta Julio Ameller Ramallo, con respecto al propio bien que prodigó la Peña, escribió estos versos:

Amigos de la Peña

Amigos de la Peña,

tantas cosas ya hemos compartido:

la luz de las canciones,

el verso, el humo, el vino,

lo entrañable y más hondo,

lo nacido

del corazón que late con creciente

ritmo emocionado, estremecido,

que a veces me pregunto:

¿qué pudiera deciros

Algo

que hasta ahora no haya dicho?

En esta nuestra mesa

donde convergen los caminos:

aquí donde quemamos tantas noches

el corazón igual que un cigarrillo;

aquí donde quedan

para siempre proscritos

la soledad, el tedio, y el silencio,

y si llegan se tornan lo sabéis mis amigos

en comprensión humana, en fraternales voces

y el vino

de sutiles alientos.

Aquí donde el motivo

de todas las reuniones y las charlas

es el verso y también el incisivo análisis;

aquí, os aseguro: la senda que hasta hoy hemos seguido

convirtiendo este refugio

en hogar sabatino,

cada día se ensancha;

vinimos

trayendo simplemente

en un soneto escrito

o en una frase audaz

de vuelo siempre alzado al infinito,

ese lema que enorma nuestros días:

“Si hay espíritu”…

El milagro es a la vez divino:

sin pretender servir a nada y nadie,

a nuestro propio bien, ya hemos servido.

Continuará

Fuente: LA PATRIA
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