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Domingo 04 de septiembre de 2011

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Cultural El Duende

Desde mi rincón:

Libertad de prensa: ¿Abusos? ¡Responsabilidad!

04 sep 2011

Fuente: LA PATRIA

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Quienes más vociferan a favor de la ‘libertad de prensa’ suelen ser los mismos que han acuñado aquello de ‘prensa = cuarto poder del estado’; o que por ‘derecho [a la libertad] de expresión’ se acabe entendiendo el de quienes han hecho de ella su profesión, modo de vida y fuente de riqueza (y de poder). Hace años ya me referí a estas incongruencias (cf. Los árboles y los bosques. Testimonio de una disidencia, Sucre, 2001, pp. 207-209); pero como nunca dejan de producirse hechos, siempre es buen tiempo de volver al tema.

Hace pocos días se divulgaba una noticia según la cual en Bolivia “la democracia se fortaleció en los últimos años” (La Razón, 8.7.11); con mayores pretensiones y aparatosidad, otro medio de prensa ‘precisaba’ que “estudio destaca democracia y el proceso de cambio” (Cambio, 8.7.11). Leyendo más allá de los títulos, uno se entera que, en realidad, se trata de una encuesta que habría preguntado sobre la valoración que los encuestados hacen de la democracia. Quienes ponen títulos a las noticas ¿son capaces de distinguir entre la realidad democrática y los deseos de la gente? Hay razones para dudar de ello. De otros, no es que sean necesariamente incapaces; existen fuertes sospechas de que prefieren mentir al lector, haciendo creer que donde se desea algo, quiere decir que se posee lo deseado.

Por tanto, querido lector, no se quede con los títulos, pues con frecuencia será víctima de que le induzcan a confundir la gimnasia con la magnesia. Esto nos lleva de la mano al tema de la manipulación a que muy fácilmente se prestan las encuestas (con frecuencia ejercicio de política-ficción). Y es que, aun leyendo todo el despacho de marras, a menudo uno no obtiene los datos fundamentales para interpretar y acabar sabiendo de qué se trata. No es raro que se nos diga, eso sí, en qué ciudades se ha recabado la información; y no es tan corriente que se nos informe sobre cómo se definió y escogió el conjunto de encuestados ni sobre el tenor exacto de las preguntas; y todavía menos, sobre cuáles alternativas de respuesta podía escoger el encuestado. De paso, en aquella encuesta sobre la ‘marcha de la democracia’ en América Latina, no nos dice si también ha sido hecha en Cuba (menos todavía, con qué resultados). Un lector avisado también podría preguntarse qué buscan los diseñadores de la encuesta al impulsar (sin que los encuestados se den cuenta de ello) a que relacionen la ‘democracia’ con la ‘mejora’ económica: ¿acaso concluir que una democracia que no mejora mi vida ya no tuviera que interesarme? ¡Brava democracia!

¿Encuestas? Ya sabemos que las encuestas (lo mismo que las estadísticas) pueden servir para ‘demostrar’ casi cualquier conclusión, de acuerdo a la forma como se hagan, se analicen y se difundan. Peor todavía, a lo que menos se avienen los fabricantes de encuestas es declarar sus premisas, su ‘teoría’ (¿sus prejuicios gratuitos?), sus intenciones, sus metas y al servicio de quiénes se encuentran (empezando por sus financiadores).

* * *

Por estos mismos días a toda hora se nos pone en las narices el ‘caso Murdoch’, dueño de un emporio periodístico. En pocas palabras, se le acusa de que sus empleados han venido sonsacando por largo tiempo información personal de ‘notables’ y políticos, como base para extorsionarlos; es decir, un verdadero terrorismo, pero con suculentas ganancias contantes y sonantes. Más que este caso particular, ahora de rabiosa actualidad, el tema que invita a poner sobre la mesa es el problema de la irresponsabilidad con que trabaja la prensa: porque, aunque el caso Murdoch debiera tomarse como la punta visible de un monstruo de mil garras, muestra una de las tendencias en el gremio periodístico. Lo que equivale a señalar la degradación ética con que se practica su ejercicio (efecto tanto de la ‘mediatización’ de nuestra época como de la perdida de las convicciones morales). Y esto, a fin de cuentas, no debiera sorprender tanto, pues suele darse dondequiera que se ventila la posibilidad de mucho poder y de mucho dinero. Y se generaliza en proporción al poder y al dinero en juego.

Insisto: no caigamos en la ingenuidad de creer que ‘esto’ es cosa de aquellos empresarios y periodistas situados en las pasillos del poder. Es sólo una de entre muchas otras formas; y que en total, pueden practicarse por doquier. También entre nosotros.

¿Quién se atrevería a afirmar que a tales prácticas se dedican quienes defienden el derecho a la libertad de expresión? ¿Libertad de expresión ilimitada (si es que pudiera existir tamaño fantasma, cuando toda la experiencia nos enseña lo contrario)? Hay más de uno que, efectivamente, defiende tal libertad con tal adjetivo; y muchos lo vocean. Y entonces no queda más que preguntarles: mientras existan códigos penales, ¿a qué y a quién puede reconocerse el derecho a una tamaña libertad? Y por ahí hemos llegado a la entretela del asunto. Vivimos, es verdad, una época donde uno se gana mayor popularidad hablando y reclamando ‘derechos’ que deberes (no ajenos, sino propios). En efecto, por un lado, se reparten ‘derechos’ hasta para asesinar a indefensos mediante el aborto; por otro, la ola ‘derechista’ le llega hasta… a la tierra y a los animales, ¡insuperable muestra de aberración de la mente humana obnubilada!

En efecto, conviene más hablar de libertad que de responsabilidad. Y ya sabemos que siempre que, olvidadas las responsabilidades, no se pueden pedir cuentas del uso de las libertades, estamos abriendo anchas puertas a cualquier tipo de dictadura. Y por este camino o con estas premisas, la realidad cotidiana nos demuestra que ya no hay por dónde atajar los malos usos de la libertad. Y entonces de nada sirven las lágrimas de cocodrilo contra la ‘inseguridad ciudadana’, el aumento de la ‘delincuencia’, el reinado de las bandas, carteles y logias de poder: campan a sus anchas el delito, la prepotencia, la desvergüenza, el racismo y la discriminación vengadoras. En verdad, vivimos dentro de una universal burbuja de desconfianza contra el derecho de la autoridad (no sólo en representación de la sociedad, sino, a fin de cuentas, también en nombre de principios, valores y verdades morales) a exigir el cumplimiento de la ley. Y si no tenemos la valentía de ‘indignarnos’ contra aquella desconfianza, atengámonos sin chistar a sus frutos.

No esperemos nada bueno de las excepciones legales para determinados sectores y gremios laborales y económicos. Y si no nos sentimos capaces de distinguir entre el ‘uso’ y el ‘abuso’ de la libertad de que se trate, no perdamos tiempo y dinero, primero promulgando leyes y, luego, exigiendo su cumplimiento y castigando su infracción. Y resignémonos a volver a la ley de la selva, donde la libertad (de algunos) no cesa de reinar hasta autodestruirse (después de haber destruido a muchos otros).

Fuente: LA PATRIA
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