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Domingo 04 de septiembre de 2011

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Cultural El Duende

Máteme, o es usted un asesino

04 sep 2011

Fuente: LA PATRIA

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Cuando Kafka estaba esperando la muerte en Kierling cerca de Klosterneuburg (Viena), atormentado por la sed y padeciendo dolores, ya solo podía hacerse comprender escribiendo sobre trozos de papel. En uno de ellos se lee: Máteme o es usted un asesino. Kafka murió en la mañana del 3 de junio de 1924 de tuberculosis avanzada de laringe, cuidado hasta el final por su amada Dora Diamant y por su amigo Robert Klopstock (…).

Johannes Urzidil, en su libro Ahí va Kafka nos brinda un relato auténtico del entierro: Yo iba en el cortejo fúnebre que acompañó el ataúd de Kafka de la sala de ceremonias hasta la tumba; detrás de la familia y de la pálida compañera, sostenida por Max Brod, iba yo con sus amigos. Todos eran todavía jóvenes, los de más edad (Brod, Hugo Bergmann y Oskar Baum) al principio de cuarentava cuarentena; Felix Weltsch, Ludwig Winder, Rudolf Fuchs y Friedrich Thieberger (mi cuñado y profesor de hebreo de Kafka) todavía en treintava treintena, yo tenía veintinueve. Del centenar de personas que lo acompañaron entonces bajo los sauces y cipreses, hay muy pocos que aún viven para poder ver la importancia paradigmática mundial de Kafka. Cuando hicieron descender el féretro, Dora Diamant sollozó transida de dolor, pero su voz, que solo podría comprender su destinatario, quedó envuelta en la resonancia del rezo judío por los muertos, que anuncia la santidad del Señor y la profundamente sentida esperanza de la salvación. ‘Escribir como forma de oración’, así definía Kafka al escritor y:’Aunque no venga la salvación, quiero ser digno de ella en todo momento’: ésa era su creencia. Echamos tierra en la fosa. Recuerdo muy bien esa tierra. Era clara, con grumos, barro, tierra con guijarros y trozos de piedra desmenuzada, que resonaba al caer sobre la caja del ataúd. Luego los asistentes se dispersaron. Junto con mi mujer, que ya como vecina y amiga conoció a Kafka de niña, y con el escritor y traductor Rudolf Fuchs, nos alejamos. Por último, desde el cielo que se había oscurecido, comenzó a llover.

Harald Salfellner. El texto está incluido en

“Franz Kafka y Praga”

Fuente: LA PATRIA
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