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Domingo 04 de septiembre de 2011

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Revista Dominical

Hace 25 años por la reivindicación que nunca llegó

¡Los mineros volveremos!

04 sep 2011

Fuente: LA PATRIA

La Marcha por la Vida: Un episodio histórico para Bolivia que hizo temblar a un gobierno democrático • Por: Dehymar Antezana - Periodista

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Lo dijimos en anteriores ediciones que el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), así se diga lo contrario, ya que sólo nos remitimos a los hechos históricos, ha sido uno de los peores partidos políticos que ha tenido la historia del país, debido a una serie de episodios políticos que para su tiempo tuvieron, para ellos, el triunfo de una política que llevaría a Bolivia a un desarrollo productivo.

Sin embargo, y el tiempo nos da la razón, simplemente fuimos heredando los desaciertos y errores de los cuales hoy día pagamos los bolivianos.

Una de esas tantas situaciones es lo que ocurrió en agosto de 1986, cuatro años después que Bolivia recupera la tan ansiada democracia tras un ámbito nefasto originado por las dictaduras, a través de la bota militar.

Ese episodio denominado como la Marcha por la Vida, fue único en su momento y una de las movilizaciones que tuvo repercusión mundial. Pero, como todo en la vida, siempre hay una causa para que exista un efecto, que a continuación lo detallamos.

ANTECEDENTES

Como los trabajadores se equivocaron en restarle el apoyo al gobierno de Hernán Siles Suazo, se tuvo que convocar a elecciones presidenciales en forma adelantada. El 6 de agosto de 1985 ante un gran apoyo popular y principalmente minero, Víctor Paz Estenssoro asumía como Presidente de la República. Sin embargo, ese idilio entre la clase laboral y el Gobierno terminaría en menos de un año.

Una de las causas fundamentales fue la economía internacional, debido a la caída en el precio del estaño y a la hiperinflación que vivía Bolivia.

Por ejemplo, en 1982 la inflación era del 123 por ciento; en 1983, 276 por ciento; en 1984, 1.282 por ciento y en 1985, llegó a 8.767 por ciento, este último dato se registró a inicios del gobierno de Paz.

De acuerdo a las estimaciones, la hiperinflación amenazaba durante los primeros días de su gobierno, a llegar al 25 mil por ciento. Estos cálculos obligaron al nuevo Gobierno a tomar medidas duras e inmediatas para salvar la economía nacional.

Como siempre sucedió a lo largo de la historia del país, la clase laboral fue la que siempre pagó esas consecuencias y durante el gobierno movimientista, no sería la excepción.

D.S. 21060

A menos de un mes de asumir la presidencia, Víctor Paz emitió un discurso a la Nación bajo el lema de “Se nos muere Bolivia”, fue en ese momento que promulgó el Decreto Supremo 21060, que actualmente está vigente pese a la abrogatoria de dicho ordenamiento por el gobierno de Morales, porque sus bases aún son ejecutadas en el país.

Uno de los partícipes para la elaboración de ese decreto fue el norteamericano, Jeffrey Sachs, junto a él estuvieron Gonzalo Sánchez de Lozada, Fernando Romero, el adenista Juan Cariaga, Eduardo Quintanilla y Francisco Muñoz.

En ese entonces y según declaraciones del ministro de Planeamiento, Gonzalo Sánchez de Lozada, la idea de ese decreto era para estabilizar la moneda nacional y derrotar la hiperinflación.

Ese aspecto motivó la reacción de los trabajadores por las medidas económicas durísimas que se darían en el país, por ello, deciden llevar a cabo una huelga general indefinida que duró 15 días a convocatoria de la Central Obrera Boliviana (COB).

Como en los tiempos de la dictadura, el gobierno de Paz confinó a casi dos centenares de dirigentes al Norte del país, incluido el ejecutivo de la COB, Juan Lechín Oquendo y decretó el estado de sitio. Este hecho derivó, como dice Carlos Mesa en su libro “Historia de Bolivia” a una caída del liderazgo de Juan Lechín y la puesta en escena del nuevo decreto.

Al margen de ello, la dirigencia sindical caería en un saco roto, debido a la falta de un líder que terminaba su legado.

El 21060 planteaba la reducción del déficit fiscal con congelamiento de salarios; aumento en el precio de la gasolina y reducción de gastos del Estado; cambio de moneda, creación del bolsín en el Banco Central de Bolivia. Planteaba también la libre contratación, racionalización de la burocracia, que se practicó con la relocalización de los mineros; liberalización del mercado, la libre oferta y demanda, arancel único de importaciones, el fomento a las exportaciones y la reforma tributaria.

Si bien esas medidas ayudarían a lograr una estabilidad, también llevaría, al otro lado de la arista, al desmantelamiento de las empresas del Estado. Porque se planteaba la descentralización de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos y la Corporación Minera de Bolivia. Se disolvió la Corporación Boliviana de Fomento y la Empresa Nacional del Transporte (ENTA).

LA MARCHA

Pero al margen de las medidas, el gobierno de Víctor Paz atravesaría otro golpe económico, como la caída del precio del estaño en el mercado internacional.

El D.S. 21060 de 1985 fue diseñado bajo un precio promedio del estaño del 5,5 dólares por libra fina; pero, en 1986 el precio bajó casi a la mitad y se cotizaba en 2.5 dólares la libra fina. Comibol tenía pérdidas acumuladas que superaban los 750 millones de dólares. Además que el costo de producción del estaño era insostenible.

Paz despidió entonces bajo el rótulo de relocalización a 23 mil mineros de una planta de 30 mil trabajadores, cuyo resultado sería la “Marcha por la vida”, movilización que sería única en su género para su época.

En un ampliado minero realizado en agosto de 1986 en la ciudad de Oruro, se resolvió iniciar la marcha hacia La Paz.

“Compañeros, en estos momentos muy duros para nosotros y nuestras familias, tenemos la necesidad de hacernos sentir y expresar nuestros problemas cara a cara con el gobierno. Nosotros los mineros de base, compañeros, sabemos que el cierre de las minas ocasionaría el desempleo y casi la desaparición de Oruro y Potosí. Tenemos que llegar hasta La Paz compañeros, no importa si es caminando, en una gran marcha que simbolice nuestra lucha, una marcha, una marcha compañeros, por la vida de los mineros”, se dijo en un discurso en la Avenida Cívica, después de una multitudinaria manifestación.

La movilización a un inicio fue reconocida como legítima por el gobierno de Paz Estenssoro, sin embargo, con el paso de los días el mismo Poder Ejecutivo la desacreditó y la consideró de tipo político, similar situación que pasa hoy en día con la marcha de los indígenas en defensa del Tipnis.

Al margen de ello, el gobierno del MNR consideró a la marcha como un riesgo a la estabilidad nacional y la tranquilidad interna del país. Aspecto que fue calificado por los obreros, como un lenguaje tramposo, ya que en realidad la marcha por la vida estaba en contra del modelo económico de ese entonces, que planteaba para los trabajadores, la privatización y la liquidación de la minería estatal.

La marcha se inició en medio de una gran expectativa de los medios locales, nacionales e internacionales. La población boliviana estaba atenta a cada uno de los episodios que se darían en todo momento. En el caso de Oruro, se hicieron campañas a través de los medios de comunicación radiales y televisivos para recolectar vituallas, medicamentos y alimentos, abarcas de goma para entregárselos a los mineros que estaban en medio de la carretera.

Se organizaron brigadas de salud, que a través de turnos fueron hasta el lugar donde se desarrollaba la marcha para atender, principalmente, los pies de los mineros, que estaban completamente malogrados debido al esfuerzo de la caminata. Se atendieron los calambres, la macurca, y se cocieron las plantas de los pies que estaban destrozados por la reventazón de las ampollas.

Mientras que en cada pueblo intermedio que pasaba la movilización, la gente se solidarizaba con los trabajadores y les esperaban con gran recibimiento entre aplausos y llanto de emoción. Pero también les hacían esperar alimentos, pan y plátano, se preparaban las ollas comunes para alimentar a los miles y miles de marchistas. La solidaridad campesina fue envidiable.

Mientras tanto, se mantenía una comunicación permanente entre la dirigencia minera y el Gobierno para permitir llegar a un acuerdo, que no encontraba la punta del ovillo.

Cuando la marcha tomó cuerpo, el gobierno de Víctor Paz comenzó a temblar por la magnitud de la movilización. Según el Poder Ejecutivo, había un clamor del pueblo paceño para parar la marcha.

Es así que el 29 de agosto, cuando los trabajadores estaban cerca de La Paz, a 60 kilómetros aproximadamente, en Calamarca (Departamento de La Paz) fueron rodeados de madrugada por el Ejército y la Policía. Los uniformados estaban muy bien armados y su presencia amenazante estaba integrada con tanques y tanquetas.

Por el cielo sobrevolaban helicópteros y aviones para amedrentar a los mineros; se violaron los derechos humanos, porque los uniformados decomisaron todo alimento, agua y vitualla que era llevada a la marcha. Intervino la Iglesia Católica que también sufrió el abuso de la bota militar.

AMPLIADO

En Calamarca se efectuó un ampliado de emergencia, donde el entonces dirigente de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (Fstmb), Filemón Escóbar, comunicaba a sus compañeros, que tenían que dar un paso al costado para preservar la vida y evitar la muerte, que se hubiese generado en una masacre de proporciones inimaginables.

“Todos los secretarios generales hemos decidido negociar nuestro repliegue en orden, a nuestros propios distritos mineros”, se dijo.

El Ejército tenía la orden de no hacer avanzar ni un solo paso más a los trabajadores mineros, que estaban decididos de llegar a La Paz.

El Gobierno a través de una conferencia de prensa en el Palacio de Gobierno, que denominó al accionar militar - policial, como un “operativo en el Altiplano”, que tenía la finalidad de disuadir a los marchistas, sin hacer uso de la violencia. Los dirigentes mineros explicaron que la derrota que sufrían, fue para preservar la vida.

Entonces, bajo la consigna: “¡Los mineros volveremos!”, no tuvieron otra alternativa que regresar a sus distritos mineros en una gran caravana, que fue histórica.

Abordaron camiones, volquetas y el tren, se reunieron en la estación de ferrocarriles de Oruro, donde el pueblo local, les dio una gran despedida en una noche histórica.

Llovían los panes y fruta para entregárselos a los mineros que habían tenido largas jornadas de movilización. Durante la marcha se compusieron canciones revolucionarias que serían el ícono de la “Marcha por la Vida” y que a la fecha quedaron inmortalizadas para recordar ese momento inolvidable.

Al retorno, los dirigentes mineros fueron cuestionados seriamente por parar la marcha y había un sinsabor en la movilización. La impotencia se apoderó de los mineros. Se indicó que se perdió en la movilización porque la marcha fue nacional y hubo una serie de cuestionamientos en contra.

A partir de esa fecha el comercio informal crecería en esta parte del país y la idiosincrasia del orureño cambiaría por completo, en un viaje sin retorno.

Los mineros que fueron el bastión revolucionario desde la fundación del Movimiento Nacionalista Revolucionario, el 25 de enero de 1941, terminaban divorciados para siempre de todo un proceso histórico. A ahora en su mayoría, están alineados al actual partido de gobierno, que controla ese sector para garantizar su gobernabilidad ante una improvisada política económica.

Fuente: LA PATRIA
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