En días recientes los problemas más acuciantes del país están centrados en la defensa que ejercen miles de bolivianos sobre lo que consideran su territorio, su entorno, su área de vida, el sitio que habitan con toda su familia y en el que están desarrollando cotidianamente su lucha por la sobrevivencia, hay quienes definen esa propiedad como “la casa grande”.
Es necesario establecer con claridad la importancia de los límites o la frontera territorial, que en su caso no significa tan sólo marcar o señalar la extensión de la propiedad, su largo y su ancho, que definen el valor de una pertenencia, el asunto en el orden social abarca otro sentido más amplio que tiene que ver con una identidad del propietario o inclusive del vecino que pudiera estar de manera temporal en uso de una superficie de tierra y territorio y que por lo mismo merece absoluto respeto, pero además seguridades para vivir allí donde ha elegido.
El problema de los límites que marcan un territorio es por tanto un factor que no puede alterarse por la fuerza, que no puede romperse con violencia, que no debe afectarse en el sentido del despojo arbitrario y utilitario. La situación de la propiedad proviene de siempre, desde la misma creación que ya marcó límites incluso en el paraíso terrenal.
La historia refleja los grandes movimientos sociales, justamente en defensa de territorio, las guerras en toda proporción son el producto de dos instancias, el poder expansionista de unos y la resistencia heroica de otros por defender lo suyo, lo que es su pertenencia de ahí que este caso de territorio y límites es de antigua data y se activa y profundiza en el paso del tiempo, en función de los mismos propósitos de siempre, expansión del dominio, aunque ahora se marquen algunas variantes que tienen que ver con los hechos internos y los supuestos beneficios en el límite mayor que sale de la comunidad y se expande en el sentido de nación.
Esos son los problemas que actualmente se confrontan, no sólo con el caso del Tipnis, en las tierras bajas hay otros problemas en la zona alta como el que está por enfrentar a hermanos del altiplano, potosinos y orureños, con el caso de Coroma y Quillacas.
Cada situación tiene sus propias peculiaridades, pero de manera invariable lo que sucede tiene afectación directa con límites y territorio, por tanto en el fondo estos asuntos deben ser solucionados en la perspectiva de establecer límites correctos, que satisfagan expectativas de los comunarios en cada lado de las líneas que demarquen la territorialidad con las ventajas o desventajas que se presenten pero que finalmente no alteren la convivencia entre bolivianos y tampoco frenen el desarrollo interno de una jurisdicción para favorecer el interés externo de vecinos o visitantes.
Lo principal es evitar la confrontación entre hermanos, reduciendo al máximo los conflictos existentes, buscando soluciones prácticas que no paren los proyectos, pero que los mismos beneficien por igual a unos y otros, sin alterar la riqueza natural, el interior histórico, tradicional y la identidad de las comunidades. Parece tarea compleja, sin embargo todo puede solucionarse con diálogo, pero necesariamente con mucha voluntad política.
Fuente: LA PATRIA
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