Momentos difíciles y contradictorios vive el país en las últimas semanas. El anuncio gubernamental de la construcción de una carretera a través del Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis) ha provocado encontradas reacciones en la bolivianidad.
Por cierto están aquellos que ven con ojos de progreso la construcción mencionada, aunque más valdría decir que lo hacen a manera de consigna, para apoyar al gran jefe. Luego grandes sectores mayoritarios se oponen a la realización de una carretera que degradará ecológicamente la zona. En suma hay mucha tela que cortar al respecto, y la decisión final dejará ver si se impone el totalitarismo del poder o el sentido común de los humanos.
¿SOBERBIA?
Luego del gasolinazo lanzado por el Ejecutivo hace varios meses atrás, las movilizaciones no se dejaron esperar y la amenaza latente de inviabilizar la gestión del MAS, hizo que el Gobierno diera marcha atrás anulando aquella impopular medida. Producto de aquello, la propaganda gubernamental inundó al país con afiches y slogans referidos a que el presidente gobernaba obedeciendo al pueblo.
Interesante la idea publicitaria que mostraba a un presidente escuchando la voz del soberano. Pero los tiempos cambian, y muy rápido, pues ahora el discurso gubernamental si bien admite el derecho a la protesta, a las marchas e incluso a escuchar propuestas, afirma en tono vertical que de todas formas la carretera se hará, así no lo quieran los demás. ¿Es esto buen criterio? ¿Es esto sentido común? ¿Se está escuchando al pueblo?
COMPARACIONES
Su excelencia a tiempo de inaugurar la carretera asfaltada Huanuni - Llallagua, en tono irónico mencionaba que mientras hay ciudadanos que se alegran de recibir inauguraciones de vías de transito, hay otros que no las quieren. ¿Cómo puede entenderse esto?, se preguntaba el Presidente.
Puede entenderse sin necesidad de hacer comparaciones, porque las comparaciones resultan, casi siempre, odiosas. El tramo inaugurado entre Huanuni y Llallagua se justifica por la gran necesidad de modernizar y asegurar el vinculo natural entre el norte potosino con la ciudad de Oruro, El antiguo tramo de tierra, a más de tener mucho más kilometraje, era de por sí muy peligroso. Además el nuevo tramo es un segmento importante de lo que será (ojalá pronto) la Diagonal Jaime Mendoza, un sueño acariciado desde hace décadas y que no lo pudieron plasmar tantos gobiernos.
Otra cosa es la carretera a través del Tipnis, que en su construcción dará un golpe mortal a la flora del lugar segando la vida de más de cinco millones de árboles. La vía, además, incitará a los inescrupulosos a diezmar y exterminar la fauna en afanes de enriquecimiento rápido e ilegal. Y, por si fuera poco, el cultivo de coca seguramente se incrementará.
Siendo, además, el Isiboro Sécure un Parque Nacional, debiera ser respetado, en el marco de una política ecologista, que tanta falta nos hace dados los tiempos de destrucción en que vivimos.
Seguramente los potosinos lanzarían el grito al cielo si se quisiera construir una carretera para unir Uyuni y Llica a través del gran Salar y los orureños no permitirían que a alguien se le ocurra construir una carretera en las faldas del gran Sajama o atravesando la gran montaña por solo acortar unos kilómetros.
¿VALE LA PENA?
Recordemos que fue el presidente Morales, acaso el primero a nivel mundial en lanzar la idea de que el agua es un derecho humano, corroborando esto con la creación (inédita, por cierto) de un Ministerio del Agua, si a esto sumamos el discurso ecologista de su excelencia así como su respeto a la Pachamama; entonces nos encontramos ante un hombre que supuestamente debe considerar muy bien los pros y contras de la construcción de la mentada carretera.
¿Será la construcción la única solución para el desarrollo de aquella zona? ¿Cuán enorme es la población en aquellas zonas para justificar la obra? Recordemos que gran parte de la bolivianidad se hacina todavía en las grandes ciudades como La Paz, El Alto y Santa Cruz y en muchas poblaciones del occidente, especialmente.
La historia recordará a Don Evo como el gran iniciador y propulsor del cambio, un cambio, que a estas alturas ya parece irreversible y que en varios aspectos es positivo. Pero cambios a rajatabla y verticalidad no necesariamente son positivos.
En tres o cuatro décadas, cuando el planeta comience a cuidar como santuarios intocables los pocos espacios verdes que queden ¿cómo se recordará la destrucción de un parque o reserva natural? Entonces habrá que preguntarse si valió la pena. Tiempo al tiempo.
(*) Comunicador Social
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