Hay turistas y turistas. Algunos hippies que todavía deambulan por el mundo, los aprendices de malabarismo que hacen piruetas en las esquinas para extender luego la mano, son, a su manera, también turistas. Hay que añadir a aquellos que no necesitan gastar ni ingenio ni habilidad para dárselas de turistas. Salen del país con dinero del Estado, con pasaporte oficial, algunos incluso con rango diplomático.
Nos referimos, claro está, a los funcionarios públicos. Suele haber una intensa actividad turística anual en los ministerios, las gobernaciones y las alcaldías. El titular, si no está ya de viaje está en vísperas de ausentarse. Y los viajeros de los llamados órganos deliberantes no se quedan cortos. Para compartir beneficios no hay oficialismo ni oposición; existe un tácito silencio de solidaridad.
Entre eufemismos y apariencias se esconde la realidad. “No es turismo; es una misión oficial. Bolivia no puede estar ausente…” Por su lado, los gobernadores y los alcaldes no cesan de viajar, dizque en pos de recursos para financiar obras, “no es porque uno quiere”. Puede ser verdad, puede ser mentira. Pasajes, viáticos y propaganda son como los gastos reservados. Cuando la ministra Suxo asome por ahí con su lupa de transparencia, podría tocarse con más de un caso escandaloso.
¿Y los embajadores?, dirá usted con razón. Los más, por no decir todos, han tomado el cargo como prebenda política, sin responsabilidad específica alguna. Como se sabe, la mayoría no son diplomáticos de carrera; son personas allegadas al círculo de amistad del Presidente. No pocos son como sordomudos: no hablan ni entienden el idioma del país donde representan a Bolivia.
De todas formas, no es una actitud muy digna ésa de ir con las manos extendidas a solicitar préstamos a fondo perdido o créditos blandos a largo plazo, para financiar tal o cual obra. Bolivia era considerado como uno de los países pobres altamente endeudados. “Desde que yo soy Presidente – ha dicho Morales - Bolivia ha dejado de ser país mendigo”. Es decir, no necesitamos pedir plata a nadie, ni siquiera a la China.
Sin embargo, los “turistas” pedigüeños en cuestión, deben hacer suponer fuera que seguimos en la extrema pobreza, incapaces de generar con esfuerzo propio los recursos necesarios. Mas la realidad es otra. El presidente del Banco Central de Bolivia, “el Gobierno central no ha podido invertir (en el sector público) todo lo que debía… Cada año estamos acumulando $us. 1.000 millones, de dinero no invertido por gobernaciones y alcaldías”. Por su parte, el presidente de la Asociación de Municipalidades de Chuquisaca acaba de declarar: “Tenemos recursos en los municipios, pero no sabemos cómo gastar”. No es una excepción. Otro tanto dirían también los otros.
¿Entonces qué pasa? Sepamos una cosa: A Bolivia nunca le ha faltado dinero, ni propio ni ajeno. Somos campeones del despilfarro, en disputa con la corrupción, que se lleva una buena tajada. Nuestra pobreza es pues de tipo institucional y humana. Y el remedio no vendrá de ninguna parte del mundo, ni del Asia ni de “las europas”.
(*) Pedagogo
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