Seguramente, algunos periodistas más jóvenes que yo escribirán con plumas de mayor brillo acerca del Día del Anciano Mayor como se ha dado en llamar a esta jornada destinada a exaltar las virtudes de la ancianidad; yo me limitaré a pedir perdón a mis parientes y amigos por haber vivido tantos años escribiendo casi todos los días hasta hacer exclamar a algunos: “Este periodista ya se está pasando de vivo”.
Lo cierto es que anoche y sin que la llamara, apareció en mi casa mi comadre cochabambina montada en mi motocicleta Harley Davidson para decirme que me llevaría a El Alto donde en los salones del Naiclú Malena se realizaría un “fiestón” denominado “La Noche del Anciano feliz” en homenaje a todos los socios mayores de sesenta años entre los cuales yo era uno de los mayorcitos. Agradecí el gesto de la cochabambina quien no pierde la ocasión para menear la cola musicalmente.
Me aprestaba a montar en mi moto agarrado a la grupa de mi comadre pero ella prefirió cargarme a su espalda metido en su “kepi” pidiéndome que me agarrara de sus negras trenzas. Cuando llegamos al Malena, me desenvolvió me vistió para no desentonar con la elegancia alteña e hicimos nuestro ingreso entre exclamaciones que iban desde “¡qué chola tan guapa!” y “¡este viejito todavía sopla!”
Viendo una sombra de preocupación en mi rostro, mi pariente espiritual me dijo: “Esta noche los viejitos no pagan y toda la cuenta correrá a mi cargo”, por lo que me atreví a decirle al camarero: “Oiga mozo, sírvame una botella de ‘champú’ bien frapée”, orden que imitaron muchos cholos, especialmente los encaramados en altos cargos del Gobierno Municipal alteño, de la Gobernación de La Paz y del Ministerio de Economía.
El yatiri medio “mameid” se me acercó a felicitarme por el Día del Anciano y me dijo en la oreja: “Qué te ha parecido, hermanito, la reaparición del Quintana exigiendo la expulsión de Usaid por ser la entidad financiadora de la marcha de los benianos, ya te contaré cualquier día de estos las peleas entre las ONGs parta beneficiarse con las riquezas naturales del Beni”.
Como yo no estaba “mameid” le contesté: “Está bien, hermanito, yo también sé algunas cositas y así intercambiaremos las ‘cositas’ que sabemos”.
Obtuvo gran éxito la cumbia villera “Biberón para los viejitos” pues la damas alteñas y no alteñas bailaban con sus parejas portando biberones llenos de un buen trago siguiendo los pasos alegres y entusiastas de la cumbia, maniobra musical por la cual clavaron el pico varios ancianos menores al suscrito profesor de música y canto.
En el momento preciso, mi comadre cochabambina pagó nuestro consumo de fino “champú”, me envolvió por encima de mis ropitas de lana, me colocó en su “kepi”, cargó a éste en sus espaldas y me llevó cargadito en sus espaldas, conduciéndome hasta mi hogar donde me depositó en mi “moisés” antes llamado lecho conyugal.
Linda es la vejez cuando te tratan como a guagua.
PAULOVICH
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