Afirmación aventurada: “demandas sociales son políticas”
24 ago 2011
Por: Armando Mariaca V.
Muchas veces, en el diario vivir, los comportamientos humanos se reflejan mediante hechos y palabras. En su contacto con multitudes, desde hace muchos años, el presidente Morales emite criterios y juicios que, por su gravedad, ingresan en el campo de lo temerario.
En cualquier circunstancia, las palabras, las ideas, los pensamientos y criterios del Primer Mandatario deben ser conciliadores, serenos, respetuosos que busquen la concordia y la amigable componenda de los asuntos que le son planteados. Últimamente, refiriéndose a los conflictos sociales que menudean en todo el país por diversas causas, ha expresado que los mismos se deben a intereses políticos; en otros términos, que son promovidos, organizados y protagonizados por corrientes partidistas ajenas a su partido, el MAS.
Los juicios fuera de lugar, las acusaciones infundadas, la suposición de hechos imaginarios y toda posición que esté alejada del campo de la serenidad y la concordia, es juzgable como perjudicial y contraria a cualquier intención conciliatoria. Esta es una realidad que el Presidente parece no medir en sus intervenciones y, así ocurriese lo que él supone, como máxima autoridad del país está obligado a buscar armonía y solución a los problemas. Los exabruptos nunca dan resultados positivos; al contrario, empeoran los males y alejan posibles soluciones.
Vivimos tiempos de divergencias: el Gobierno con parte de la población y, buena parte de ésta, en desacuerdo y discordia con el gobierno. Lo que compete a las partes – Gobierno y representantes de las comunidades – es encontrar caminos de solución a las diferencias. Por supuesto, las autoridades, empezando por el Primer Mandatario, tienen que deponer actitudes de soberbia y orgullo que nada bien le hacen. Él, desde su asunción al mando de la Presidencia, dijo que “gobernará con el pueblo y su servicio estará dedicado a los más necesitados”. Las posiciones duras, las discordancias hasta en el hablar, los términos ofensivos, las discriminaciones y posiciones extremas, difícilmente serán portadoras de paz y tranquilidad que el país reclama.
Vivimos tiempos de crisis económica que determinan muchos problemas sociales; la economía –pese a las maravillas decantadas por las autoridades– está en crisis y ello implica que, al no vislumbrarse soluciones, tardarán los remedios. El Gobierno, conocedor y autor de la mayoría de los yerros, sabe los rumbos que debe tomar. Para evitar problemas sociales e impedir que resurjan en cualquier instante, debe munirse de la necesaria dosis de serenidad, equidad, ecuanimidad, sindéresis y paciencia; de otro modo, corre el riesgo de agravar las dificultades y hacerse, él mismo, más escabrosos los caminos que aún le resta por recorrer.
Los partidos políticos, cuyos saldos son nimios, se sabe que no están con capacidad para “organizar conflictos sociales”: en primer término, porque no les conviene a ellos mismos y, luego, no le harían ninguna mella a las autoridades que están dispuestas a seguir con sus políticas. La oposición, debilitada hasta los peores extremos, no debería ser motivo de preocupación para el Presidente y, mucho menos para emitir criterios y opiniones inconvenientes contra ella. Esa oposición, débil y hasta inoperante, tiene derecho a vivir y sobrevivir, mucho más en un período que se considera electoral por las próximas elecciones de octubre. Que la oposición actúe conforme a lo que seguramente tiene: sentido de responsabilidad y respeto por la colectividad, es lo que corresponde.
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