Lunes 22 de agosto de 2011
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Editorial y opiniones
Una oportunidad espiritual: La ley de causa y efecto
22 ago 2011
Por: Maximiliano Corradi
El mensaje de Dios fue representado de forma cada vez más humana en el transcurso de los siglos y finalmente adaptado a los deseos y ambiciones de los guías religiosos externalizados, quienes han recortado y dispuesto la imagen de Dios y sus leyes. Esto también ha sucedido con la ley de la reencarnación: “lo que siembres lo cosecharás mañana o en una posterior encarnación”. Sin este conocimiento fundamental, la enseñanza de las Iglesias oficiales de Occidente, cada vez se volvió más contradictoria, y los dignatarios eclesiásticos la cubrieron con el manto de los “misterios de Dios”.
Si en el año 553 en el concilio de Constantinopla unos pocos se hubieran decidido de otra manera, el “misterio” se habría aireado y los hombres sabrían en Occidente acerca de la existencia del alma humana antes de su encarnación corporal y con ello acerca de las bases de la enseñanza de la reencarnación. Esa trágica decisión sustrajo a muchos hombres el conocimiento sobre el sentido y la finalidad de su vida en la Tierra. Sin el conocimiento de la ley de causa y efecto, la ley de la reencarnación, el hombre no comprende las interrelaciones de su destino, y cree que las cosas están libradas al “azar” o a la suerte. El hombre desconoce que las condiciones para el nacimiento del alma en otros mundos, es decir, en el Más Allá, dependen del comportamiento del ser humano en su vida terrenal, según lo que el hombre haya pensado, hablado y hecho. Muchos desconocen que el retorno del alma como ser humano a un cuerpo físico, debería ser utilizado para reparar, a través del autoreconocimiento, lo que cada uno ha causado en encarnaciones anteriores.