La séptima película de El planeta de los simios es una obra maestra de las nuevas tecnologías, aunque propone un imposible: que en un futuro cercano una alianza de chimpancés, gorilas y orangutanes (tres especies muy diferentes entre sí y que nunca han sumado juntas ni un millón de ejemplares) pudiese destruir a la tecno-civilización de 7 mil millones de humanos. Tampoco ésta muestra que hace algunos milenios nuestro planeta ya fue conquistado por una rama de los simios.
En el filme se muestra que un puñado de grandes primates se libera de sus jaulas en San Francisco, derrota a la policía de esta metrópolis y se refugia en un bosque de sus afueras esperando que el mismo virus que les hizo inteligentes vaya minando a los humanos.
Cuando veía esta producción (donde se supone que la policía dejará que los primates que les atacaron se desarrollen en libertad) en las calles cercanas al cine de Londres donde yo estaba las fuerzas del orden vienen apresando y enjuiciando a más de mil humanos que hicieron otra revuelta.
Resulta inaudito sugerir que los EE.UU. no pudiesen o buscasen aplastar un levantamiento de otras especies y que, además, caerían -no bajo la acción de rusos, marxistas, musulmanes, latinos o extraterrestres- sino de grandes primates. El único imperio que puede caer y que está relacionado con esta película es el del propietario del estudio que la ha hecho: Rupert Murdoch.
De lo rescatable de esta producción, aparte de su provocador argumento y sus efectos especiales, está en mostrar cuán "humanos" pueden ser los simios y cuán bestiales pueden ser sus captores humanos.
Los chimpancés comparten 99,4% de sus genes con los humanos, en estado natural fabrican utensilios y lanzas, cazan con tácticas y formaciones militares y en cautividad pueden leer y escribir con cientos de signos. Hasta hace 5 a 6 millones de años sus ancestros y los nuestros podrían entrecruzarse.
Para la ciencia todos los humanos son simios y todos los simios somos "hominoides".
En su nomenclatura, ésta clasifica a los humanos (y a nuestros antepasados homos o australopitecos) como parte de la misma tribu "hominini" en la que estamos junto a los chimpancés y bonobos; a los "homininis" y los gorilas dentro de la subfamilia de los "homininos"; a los "homínidos" y orangutanes integrando la familia "homínida"; y a los "homínidas" y a las cuatro especies vivas de gibones como parte de la súper-familia de "hominoides".
Para la ciencia, los chimpancés, al igual que los humanos, son "hominis", "homininos", "homínidos" y "hominoides". Un especialista en National Geographic, además, propone reclasificar a los chimpancés como otro género humano: "Homo troglodytes".
Todo ese supuesto trabalenguas no es un homicidio al lenguaje, sino un reconocimiento que, a quienes seguimos cazando y enjaulando, son nuestros familiares.
El planeta de los simios es algo que no ha de darse, pues ya se dio hace miles de años cuando una tribu de éstos empezó a multiplicarse, cultivar, urbanizarse y colonizar todos los rincones del globo: la nuestra.
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