Cuando caminamos por las calles de nuestras ciudades bolivianas, encontramos, muchas veces, hasta más de una persona pobre pidiendo limosna, en ocasiones se trata de niños pequeños, madres con sus hijos, hasta adultos mayores.
Al ver a estas personas, la mayoría de la gente pasa de largo o se hace a la desentendida porque está predispuesta a que todo el mundo le va a pedir algo y si da mucho se quedará pobre, luego será ésta la que tenga que ir por las calles mendigando.
Pero la promesa de Dios es que si uno es generoso, Él se encargará de devolverle en la justa medida, el Señor nos pide dar hasta que duela, no sólo lo que nos sobre; “no ofreceré al Señor lo que no me cueste nada” (2Sam.24:24).
Nos cuenta la Biblia una historia, cuando Jesús pidió una donación todos dieron “lo que les sobraba”, pero una mujer dio “todo” lo que tenía. Para Jesús la dádiva más valiosa fue la de la mujer que aún siendo pobre dio lo que tenía, en cambio el resto de la gente había donado sólo lo que le sobraba.
La limosna muchas veces consiste en dar dinero, pero uno puede compartir también ropa, comida, su casa, siempre que esté en condiciones de hacerlo, lo cual se cumplirá casi indefectiblemente, pues Dios siempre provee.
Pero el dar no sólo se trata de cosas materiales, lo más valioso que podemos dar viene de nuestra espiritualidad, podemos brindar palabras de aliento, de consuelo, testimonios de fe, dar nuestro tiempo, además se puede compartir enseñanzas y con más razón compartir la Palabra del Señor.
Hay un dicho que reza, “de buenas intenciones está empedrado el infierno”, con esto se quiere reflexionar a las personas para que no sólo se queden en la intención de dar, de nada servirá que oremos todos los días pidiendo que Dios se ocupe de los más pobres, de los desválidos si nosotros no apoyamos su obra, dando.
Eso lo aprendí cuando me encontré a una mujer joven, con cuatro hijos a quienes alimentar, pidiendo que le ayuden a conseguir trabajo, le di algunas referencias de lugares a dónde podía acudir para solicitar ayuda, luego seguí con mi vida, con mis preocupaciones en la cabeza. Pero más tarde se me quedó su imagen clavada en la mente, la recordé en la noche en mis oraciones y pensé “¿qué habrá sido de ella?, ¿habrán comido sus hijos?”, luego me arrepentí por no haberle dado más, por no haberle brindado siquiera algo más de mi tiempo para acompañarla a una de las instituciones que brindan ayuda. O llevarla a mi casa para compartir mi pan, o simplemente ayudarla con algunas monedas.
Luego me prometí que no volvería a pasar. Me prometí ayudar a las personas y no sólo dar dinero, sino tiempo, comprensión, apoyo moral, espiritual, entonces decidí compartir, con los lectores de este matutino, esa gran lección, para que más adelante no se arrepientan por no haber dado lo suficiente o en el momento preciso.
Eso sí, Cristo nos manda a dar limosna sin hacernos propaganda por ello, pues dice “los hipócritas dan para ser alabados por los hombres... ya tienen su recompensa”, además manda a que “cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha”.
Dar generosamente significa hacerlo en silencio, con humildad, con amor, sin esperar nada a cambio, esto, Dios lo recompensará y esa recompensa será más valiosa que cualquier cosa que podamos poseer.
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresía Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del día en PDF descargable.
- Fotografías en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.