Jueves 18 de agosto de 2011

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He aquí una de las grandes virtudes que persigue el hombre: equilibrio para sus asuntos personales y, mejor, para sus relaciones con los demás. Si la alcanzamos y la practicamos, podemos dar por seguro el buen éxito en todos los emprendimientos a los que somos convocados o que surgen de la iniciativa propia.
Virtud tan hermosa no puede, por tanto, ser tan fácil. Y no es fácil porque ni emerge ni se desarrolla a partir del yo. Todo lo contrario: Proviene, convoca y exige desde fuera. El equilibrio, el justo equilibrio, está al otro lado de la balanza. El contrapeso somos nosotros, cada uno de nosotros, que, tenemos que saber medir cada miligramo de concurso, de entrega y de servicio por y para los demás.
Planteado así el tema, parece un simple paseo filosófico. Y esa no es la pretensión: La situación que vive, en estos momentos, la comunidad boliviana, exige precisamente equilibrio y en todos sus aspectos: en política, porque unos y otros, tienen que aceptar que, por encima de sus legítimos puntos de vista, está la comunidad toda. Y es un absurdo pensar que toda la comunidad piense de una sola manera. En economía que se ha constituido en este mileno en un desafío universal. Es, igualmente, un absurdo pensar que la economía solo está en función de algunos. Esta es una conducta universal a la que todos contribuimos para bien o para mal. Y así en los campos social y cultural todos tenemos nuestra parte, porque implican el desarrollo integral que busca y que necesita el hombre.