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Domingo 14 de agosto de 2011

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Revista Dominical

En la lucha contra la discriminación

Rebeldes de principios del siglo XX

14 ago 2011

Fuente: LA PATRIA

“Seamos rebeldes del ideal, no de la fuerza bruta”. Constantino Perales • Por: Mónica V. Aramayo Quinteros - Editora General LA PATRIA

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¡Rebeldes! , así titula una crónica de 1919 escrita por Constantino Perales, en la Página Obrera, del matutino LA PATRIA, donde se describe cómo las personas que reclamaban sus derechos a inicios del siglo pasado eran conceptualizadas como sediciosas, sublevadas, insurgentes, insurrectas, en la intención de menospreciar sus demandas.

Desde siempre, quienes exigían el respeto a sus libertades eran cuestionados, pero, desde siempre, también existieron hombres y mujeres rebeldes sí, pero ante todo luchadores contra las desigualdades.

“Rebeldes; sí, seamos rebeldes y levantemos nuestra frente palidecida por la impresión de tantas calamidades e injusticias, levantémosla erguida y altiva, porque somos hombres, somos hermanos. La Constitución Política del Estado, nos otorga en varias de sus cláusulas, algunas franquicias, pero, aquella Constitución es sólo por nombre”, cuestionó Perales, obrero que a través de LA PATRIA hacía conocer su voz “rebelde” de lucha contra las desigualdades.

La citada Constitución, aquella vigente desde inicios de los años 1800, refería que la esclavitud no existía en Bolivia, “mentira solemne”, pues por testimonio de Perales se veían a los pobres indígenas sumidos en la más execrable, detestable y aborrecible esclavitud; “puestos a la venta junto con el rebaño”.

La rebeldía hervía en la sangre de los nativos de ésta región de Bolivia, que advertían con no descansar hasta ver otra era de paz y se haya abolido la época de tratas y discriminación.

“Rebeldes, siempre lanzaremos nuestra voz que desoye la burguesía y bregaremos siempre hasta que suene la campana que anuncie la igualdad, porque las sublimes palabras de Cristo fueron: Amaos los unos a los otros, palabras que encierran todo”, refería el rebelde Perales inspirado además en la enseñanza bíblica del “amaos los unos a los otros” concebido como un principio antirracista y antidiscriminatorio, que las clases empoderadas no entendían y siempre marcaban diferencias.

Con crudeza narraba que mientras que en algunos países de América y Europa, habían leyes que amparaban a los trabajadores, en Bolivia, habían mineros con miembros amputados, hombres sumidos en la inutilidad, destinados a morir de hambre, “sin que haya una sola ley que los ampare o les prodigue consuelo”, aspecto contradictorio con la Constitución en la que se señalaba que en el país no había esclavitud, sin embargo estos hombres eran afectados en su integridad física cuando eran sometidos a trabajos forzados, cual se tratase de animales de carga, sin respeto a las horas de descanso y menos a su condición de ser humano.

“Allí vemos obreros ciegos, sin brazos, ni piernas, moribundos y que después mueren dejando una esposa e hijos pequeños en la más completa miseria y prontos a morir de hambre”, describía Perales.

A pesar de las garantías constitucionales que demandaba la clase obrero-minera de Bolivia, su vivencia no era diferente a la de otras regiones, pues en Asturias, por ejemplo, en 1934 se produjo una revolución donde murieron más de 1.500 personas, la mayoría de ellos mineros a consecuencia de la represión militar con excesiva brutalidad, todo por reclamar el respeto a las igualdades y condiciones del ser humano.

LUCHEMOS

La situación en que se debatían los obreros, motivaba afónicos gritos que instaban a despertar del letargo abrumador para avanzar arrojando lejos el marasmo embrutecedor y romper las cadenas de la esclavitud. “Refresquemos nuestros pálidos labios en las fuentes divinas de la ilustración, para después descorrer las cortinas y ver el pobre estado en que nos encontramos. Nuestros compañeros del otro hemisferio ya se hallan libres del peso que los desgastaba y oprimía… Ilustrémonos, para poner resistencia, porque la ilustración es la mejor arma en la lucha por el derecho”, narra la crónica obrera.

“Seamos rebeldes del ideal, no de la fuerza bruta, porque la fuerza nos llevaría a la ruina”, pedía Perales en nombre de la razón y la justicia.

PROTESTAS

Protestas diversas se gestaban en el movimiento obrero, es el caso de los trabajadores de la Compañía Estannífera “Llallagua”, de propiedad de Simón Iturri Patiño, que en octubre de 1919 organizaron una huelga exigiendo la reducción de las horas de trabajo, aumento de jornales y baja de precios de los alimentos que se distribuían en las pulperías que tenían la condición de arrendamiento, a diferencia de otras regiones, donde las empresas subvencionaban este servicio.

En Uncía en octubre de 1919, se presentó un conflicto laboral al extremo que las autoridades desplazaron “fuerzas de línea” y ametralladoras, para reprimir a los trabajadores que motivados por la crisis económica hicieron “estallar” la huelga y desde diversos sectores se clamaba por el diálogo y un trato humano a los obreros.

“Si se excita al pueblo, si se lo trata sin consideración, si no se oyen sus quejas indudablemente se ahondará el abismo, y nacerá la lucha de clases con caracteres terribles y sus consecuencias serán funestas para el país… El derecho de huelga que por primera vez se ejercita en suelo boliviano, no debe combatirse en una forma que lastime a la clase obrera”, informó LA PATRIA en 1919.

Las crónicas de prensa revelan que entonces, al estallar la huelga en Uncía además de los trabajadores ferroviarios en Guaqui (La Paz) el Gobierno a partir de su Parlamento requirió un informe, y a excepción uno de los “padres de la patria” de apellido Elío que reclamó por los obreros, los demás se dieron por satisfechos sabiendo que se enviaron al lugar fuerzas del orden y municiones para sofocar el conflicto.

Desde el Parlamento surgió una incipiente disposición que refería la necesidad de obtener “la jornada normal de trabajo en minas, ferrocarriles e industrias a 8 horas durante el día”, disposición que no satisfizo a los mineros.

CENSURA

La creciente tensión también derivó en censura al trabajo de prensa, pues los corresponsales desplazados a la zona de conflicto no podían acceder a la información, donde además 600 hombres de las “fuerzas de línea” controlaban los movimientos de la población.

Sin embargo la pericia de los hombres de prensa, pudo más que la represión. A Oruro comenzaron a llegar los informes sobre muertos, heridos y obreros arrestados, pues “ante las balas, los mineros respondieron con dinamita… Es sabida la habilidad con que el minero maneja los explosivos, que en sus manos son arma terrible”, describían los cronistas desde Uncía.

Mientras las fuerzas armadas resguardaban las maquinarias y equipos de las empresas y del otro lado los mineros continuaban con su manifestación ante todo reclamando por el encarecimiento en los precios de los alimentos y protestando contra quienes lucraban con el hambre del pueblo.

“Las protestas de los mineros impulsados por el hambre han dejado oír su voz de justicia, no podrán acallarse con descargas de fusilería, no serán las ametralladoras las que resuelvan el conflicto… Quizá lleguen a intimidarse por poco tiempo los trabajadores huelguistas, pero, el mutismo de las masas explotadas, será una paz forzada, la paz del hombre amordazado, pero no del hombre muerto. Más tarde volverán a reconquistar su libertad y entonces las venganzas serán más sangrientas”, advertían los periodistas del inicio del siglo pasado.

Ilustraciones tomadas de Internet

Fuente: LA PATRIA
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