El conflicto en Libia, con una guerra civil abierta, ha alcanzado nuevos límites. Moamar Gadhafi ha apoyado las conversaciones con los rebeldes y Occidente. Pero no ha dado muestras de estar dispuesto a dejar el poder. El líder libio advirtió que solo muerto lo sacarán del país, en un contexto difícil e intolerable que invita a la intromisión de la OTAN, la que cada vez se hace más insostenible por las pérdidas políticas de la organización de estados militaristas de Occidente, aliados en una supuesta obra humanitaria que no pueden ganar después de seis meses en un bombardeo inclemente contra zonas civiles de Libia. Los rebeldes no han podido avanzar decisivamente contra Gadhafi, ni siquiera con apoyo de la OTAN, a pesar de que se han apoderado de la Cirenaica pro-árabe y fanatizada a favor de Al Qaeda, una organización terrorista musulmana cruel
La OTAN es brutalmente cínica y tenebrosa y recurre a un discurso que resulta una burla sangrienta para la humanidad”, como dijo en palabras aproximadas el Presidente nicaragüense, Daniel Ortega, que sin ser un dechado de virtudes expresó un sentimiento justo contra una intervención aberrante que se prolonga un tiempo ya largo.
El ministro de Asuntos Exteriores de Francia, Alain Juppé, dijo, hace unas semanas que, de acuerdo con el mandato de la OTAN, la coalición internacional seguirá atacando a las fuerzas de Gadhafi “tanto como sea necesario” hasta que el líder libio abandone el poder y renuncie a toda responsabilidad civil. Pero esto contrasta con las resoluciones de la ONU y lo que sucede en su ex colonia. La parsimonia con la que conversa Mahmud Jibril, jefe del Gobierno de los sublevados libios contra Gadhafi, sólo se quiebra, casi imperceptiblemente, cuando habla de los multimillonarios fondos del régimen en el extranjero. “Sus activos en cuentas bancarias e inmobiliarios están surgiendo como hongos”, pero un Estado tiene todo el derecho a conservar sus recursos financieros de desarrollo para su gente. Tras meses de lucha para obtener la legitimidad internacional (más de 30 países han reconocido ya formalmente al Consejo Nacional de Transición CNT), el desbloqueo de esos fondos es vital para este organismo, carente, en apariencia, porque Qatar y los Emiratos Árabes Unidos, además de Arabia Saudita, ya han concedido armas y apoyo logístico descarado, de financiación y embarcado en una guerra que se prolonga ya seis meses.
La comunidad internacional pensó que el régimen colapsaría pronto y que no resistiría. Pero se sabe que Gadhafi aún tiene mucho dinero y oro, además de apoyo interno y fuerza moral.
Libia es día a día un país dividido. “Su integridad territorial está amenazada con tres frentes de guerra: en el Este, en el enclave petrolero de Brega; en la ciudad de Misrata, y en la región montañosa al sur de Trípoli. Los rebeldes carecen de armamento y munición, especialmente en el Oeste, y no es previsible que el régimen se desplome a muy corto plazo, cuando el duro Ramadán de este año (muchísimas horas de luz, sin comer ni beber) está a la vuelta de la esquina.
La muerte del general Abdel Fattah Younes, jefe de Estado Mayor de los rebeldes, árabe por excelencia, llevó a una división dentro de las fuerzas anti-gubernamentales Su cuerpo, gravemente quemado el jueves, pone de relieve una compleja y extensa situación que expone las relaciones de poder y las rivalidades que abarcan ambos lados del conflicto.
El aparente fracaso de la ofensiva rebelde contra la ciudad petrolera de Brega, dando lugar a múltiples víctimas, al parecer provocó una nueva ronda de situaciones complejas. Gadhafi puede caer en la burda intromisión de la OTAN y sus partidarios internos, pero la realidad les convencerá de que un país prospero será un escenario de intolerancia mayor al que hubo hasta las manifestaciones de fanáticos yihadistas. Occidente ha optado por el suicidio.
(*) Politólogo
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