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Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 El misterio del tránsito - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
Mucho se ha escrito sobre la vida y la muerte. Sin embargo, poco se reflexiona sobre el tránsito de la vida a la muerte, esa “tierra de nadie” que, por ser un misterio, no está exenta de polémicas. En particular, la controversia en torno a la “dulce muerte” se debe, en gran medida, a diferentes interpretaciones del significado y realidad de ese tránsito. Según los partidarios de la eutanasia se trataría de un tiempo muerto, fuente de dolor y sacrificio, emocional y financiero, para la familia y, a veces, para el mismo enfermo. Entonces, dicen, ¿por qué no ayudar a la naturaleza a hacer su trabajo irreversible de manera más eficiente y económica?
La tragedia que me ha tocado vivir en mi propia carne me ha acercado a esa corriente, me ha dado tolerancia y comprensión por una posición que no se debe caricaturizar como si los que, en buena fe, quieren ahorrar dolor y angustias fueran unos despiadados enemigos de la vida. La visión, durante las primeras horas de cinco largos días, de mi esposa vegetando artificialmente, gracias a una máquina que le permitía respirar, sin que el cerebro, la sede de la función propiamente “humana”, tuviera ya nada que hacer, me ha hecho desear y pedir un pronto desenlace.
Sin embargo, con el pasar de las horas, he podido tocar el misterio de ese tránsito prolongado, pero no inútil, al comprender que esa no era vida para ella, pero sí para nosotros.
Los cinco días de despedida – hoy lo tengo cada vez más claro – han sido el último don que nos ha hecho Sonia. No fue casual que toda la familia se encontrara en Santiago en el momento del accidente, de modo que las romerías diarias a la Unidad de Cuidados Intensivos, de a uno o a dos a la vez, por lo general, nos han permitido despedirnos con calma y paz; hablarle con la certeza de que nos seguía escuchando; acariciar su rostro; apretarle las manos aun sin ser correspondidos y, sobre todo, revivir lo “último”: el último abrazo, el último chiste, la última comida, la última caricia, la última foto juntos, la última compra, la última sonrisa dulce y maternal, como camino para recordar lo “primero”. Recordé y medité, con dolor, pero sin sufrimiento, como gusta distinguir mi amigo Gonzalo Mendieta, especialmente la pregunta que me hizo al despertarnos horas antes del accidente, como síntesis de la inolvidable conversación que nos ocupó durante todo el viaje de ida: “Saratti -que así me decía en la intimidad-, ¿por qué te has casado conmigo?”
Y luego, durante esos cinco días, y hasta después, empezaron a suceder cosas, los “milagros”, como medio en broma, medio en serio, empezaron a decir mis hijos, acontecimientos demasiados bellos e inesperados para ser considerados casuales, como los mensajes y reencuentros impensables; la boda de la hija amada y lejana - finalmente realizada con Ella “en vida”-, cimentada en un dolor inimaginable; hasta la reunión de sus hijos para renovar el compromiso de solidaridad y amor fraterno, en el mismo momento en que, no teniendo más que pedir a la vida, la mamita decidía terminar de morir.
En fin, el misterio de ese tránsito sigue siendo inaccesible, pero, mediante la fe y de la esperanza en Cristo, más fuertes que nunca, hoy sé que es posible percibir la inmensa descarga de amor que acompaña el último latido de un corazón de madre.
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