Juana Azurduy la flor del Alto Perú y mejor capitana del Ejército Boliviano

¿Fotos en alta resolución?, cámbiate a Premium...

“Juana Azurduy, flor del Alto Perú; no hay otro capitán, más valiente que tú; oigo tu voz más allá de Jujuy y tu galope audaz, Doña Juana Azurduy”; es el primer estribillo de la canción dedicada a una de las mujeres más valerosas que tuvo el Alto Perú, la composición de Félix Luna y la música de Ariel Ramírez, resume lo que significó la valentía de la heroína en los enfrentamientos contra los españoles en nuestro país.

La valerosa mujer, que nació en Chuquisaca el 12 de julio de 1780, dio su vida por la Patria y por defenderla junto a su esposo Manuel Ascencio Padilla dejó por largo tiempo a sus hijos Manuel, Mariano, Juliana y Mercedes. Juana Azurduy contrajo matrimonio el 8 de marzo de 1805.

De regreso a su región natal, conoció a Melchor Padilla, padre de su futuro marido, amigo de los indios y obediente de las leyes realistas, quien murió acusado de colaborar con la rebelión indígena, en 1784, de esta manera conoció a su esposo con quien compartía las ideas republicanas, la lucha por la libertad, la igualdad y la fraternidad.

Con esta ideología, el 25 de mayo de 1809 se produjo la revolución de Potosí, donde Manuel Padilla se sumó a la resistencia y encabezó a los indios de Chayanta, habiendo logrado el triunfo y jurando servir a la causa americana para vengar a los patriotas fusilados en el levantamiento de La Paz.

Un año después el general Vicente Nieto asumió la Real Audiencia y condenó a la cárcel y a las mazmorras a todos aquellos que participaron en los levantamientos, entre ellos Padilla, por su parte Juana defendió con rebenque en mano su propiedad ante los realistas.

Ante los enfrentamientos, su casa fue confiscada y debió ocultarse en la vivienda de una amiga, Manuel Padilla se enfrentó con las tropas realistas utilizando el método de guerrillas, venció en varias oportunidades y su nombre comenzó a convertirse en leyenda.

Hacia 1813 los revolucionarios ocuparon Potosí y, Padilla fue el encargado de organizar el ejército, tarea a la cual se sumó Juana que sirvió de ejemplo a muchas mujeres que se sumaron a la gesta, lo que permitió que los soldados de Padilla vieran en ella la conjunción de una madre y esposa, además de valerosa luchadora.

En el mes de marzo de 1814 Padilla y Azurduy vencieron a los realistas en Tarvita y Pomabamba, Pezuela, el jefe del ejército español puso todo su batallón a perseguir a la pareja de caudillos, por lo que las tropas revolucionarias debieron dividirse; Padilla se encaminó hacia La Laguna y Juana Azurduy se internó en una zona de pantanos con sus cuatro hijos pequeños.

Allí se enfermaron los cuatro menores, donde murieron Manuel y Mariano, antes de que Padilla y Juan Huallparrimachi llegaran en auxilio, posteriormente murieron Juliana y Mercedes, las dos hijas, de fiebre palúdica y disentería.

“Juana Azurduy nuevamente embarazada combatió el 2 de agosto de 1814 con Padilla y su tropa, en el cerro de Carretas y donde inició los dolores de parto cuando escucha las pisadas de la caballería realista entrando en Pitantora. Luisa Padilla, la última hija de los amantes guerreros, nace junto al Río Grande y experimentó ahora en brazos de su madre los ardores de la vida revolucionaria”.

Un grupo de suboficiales quisieron arrebatarle la caja con el tesoro de sesenta mil duros, el botín de guerra con el que contaban para su supervivencia las tropas revolucionarias, y que Juana Azurduy custodiaba con celoso fervor.

Juana se alzó frente a ellos con su hija en brazos y la espada obsequiada por el General Belgrano, feroz y decidida, montó a caballo con la pequeña Luisa y, juntas, se zambulleron en el río.

Lograron llegar con vida a la otra orilla y la hija recién nacida quedó a cargo de Anastasia Mamani, una india que la cuidó durante el resto de los años en que su madre continuó luchando por la independencia americana.

En 1816 Juana y su esposo, quienes tenían bajo sus órdenes 6.000 indios, sitiaron por segunda vez la ciudad de Chuquisaca, los realistas lograron poner fin al cerco, y en Tinteros, Manuel Ascencio Padilla encontró la muerte.

Manuel Belgrano, en un hecho inédito, envió una carta donde la nombraba teniente coronel. La cabeza de Padilla fue exhibida en la plaza pública durante meses y, ésta se convirtió en un símbolo de la resistencia, aunque el 15 de mayo de 1817 Juana la recuperó al frente de cientos de cholos.

Juana Azurduy intentó reorganizar la tropa sin recursos, acosada por el enemigo, perdió toda colaboración de los porteños.

Juana decidió dirigirse a Salta a combatir junto a las tropas de Güemes, con quien estuvo tres años hasta ser sorprendida por la muerte de éste, en 1821.

Decidió regresar junto a su hija de 6 años, pero recién en 1825 logró que el gobierno le dé cuatro mulas y cinco pesos para poder regresar.

En 1825 se declaró la independencia de Bolivia, el mariscal Sucre fue nombrado presidente vitalicio y éste le otorgó a Juana una pensión, que le fue quitada en 1857 bajo el gobierno de José María Linares.

Doña Juana terminó sus días olvidada y en la pobreza, el día 25 de mayo de 1862 cuando estaba por cumplir 82 años, sus restos fueron exhumados 100 años después, para ser guardados en un mausoleo que se construyó en su homenaje.

La labor, sacrificio y valentía de Juana Azurduy de Padilla, logró que nuestra Patria sea libre y soberana, claro ejemplo del coraje de la mujer boliviana que con su esfuerzo aporta al desarrollo y progreso de nuestra amada Bolivia.

REFERENCIAS

Juana Azurduy, Manuela Pedraza; Macacha Güemes; Marina Céspedes Mujeres en la milicia de la Independencia.

Mónica Deleis, Ricardo de Titto, Diego L. Arguindeguy, “Mujeres de la Política Argentina “, Editorial Aguilar, Buenos Aires, Argentina, 2001.

Graciela Batticuore, Juana Azurduy en “Mujeres Argentinas, El lado femenino de nuestra historia”, María Esther de Miguel, Editorial Extra Alfaguara, Buenos Aires, Argentina, 1998.

Fuente: LA PATRIA