Viernes 05 de agosto de 2011

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Es una pequeña islita en el mar a una hora al sur de Oslo, capital de Noruega.
Cubierta de un bosque de pinos y abedules, la bañan las tranquilas aguas del fiordo Tyri. Viéndola desde arriba tiene forma de un corazón, un corazón verde. Durante décadas ha sido lugar de encuentro de jóvenes simpatizantes del partido laborista noruego.
Allí, cada verano cientos de jóvenes se reúnen para debatir temas sociales y compartir con participantes de diferentes regiones y de otros países.
Ese corazón verde, un viernes trágico por la tarde se tiñó de rojo, convirtiéndose en un infierno. 77 vidas quedaron truncas por las balas de un fanático. La islita vio desesperada a los jóvenes que cobijaba, nadando cogidos por el espanto para salvar sus vidas, a otros aferrados a sus acantilados, escondidos en sus rocas. Vio estupefacta actos de heroísmo de jóvenes cubriendo con sus cuerpos a sus compañeros ante el ataque despiadado y sanguinario.
Ese 22 de julio, Noruega, país conocido por su seguridad, una ejemplar democracia y donde se puede acampar y caminar libremente por sus senderos y montañas, vivió una pesadilla de horror en el centro político de la capital y en su islita. La tragedia conmocionó y desgarró el corazón del pueblo noruego y del mundo cubriendo con un mar de flores el atrio de la catedral de Oslo.