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Sábado 30 de julio de 2011

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Revista Tu Espacio

¿Por qué unos queman calorías y otros no?

30 jul 2011

Fuente: LA PATRIA

Por: Gerson Ávila Antezana - Médico especializado en nutrición y estética – Especial para TU ESPACIO

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A primera vista, la situación no parece presentar problemas: Quien come más de la cuenta se carga rápidamente de peso, mientras que quien se modera en la mesa y vigila lo que come puede guardar la línea.

Todo el mundo las conoce; nos referimos a esas personas envidiables que no saben renunciar a los postres ricos en calorías porque, a pesar de tales excesos, no añaden ni un gramo de peso… Y probablemente nosotros pertenecemos al otro grupo: A esos tipos dignos de compasión que han de extremar su cuidado, incluso ordenando medias raciones, porque de lo contrario lo pagan viendo cómo se dispara la aguja de la balanza. Según la voz popular, los primeros sabrían quemar calorías, al contrario que los segundos. Dicho esto mismo de manera menos popular, tales diferencias tienen que ver con el metabolismo corporal.

Al organismo hay que suministrarle constantemente energía en forma de alimento si queremos que funcione debidamente. El calor así producido se mide en julios (J), aunque en lenguaje corriente todavía se sigue utilizando el termino familiar de calorías (cal).

EQUILIBRIO FINAL

Actualmente se distinguen dos formas de metabolismo energético. En primer término, el metabolismo basal, también denominado metabolismo de mantenimiento o de reposo, que indica la producción de energía del cuerpo que, en estado de reposo y a temperatura corporal de 37°, es necesaria para el mantenimiento de las funciones orgánicas. Con la alimentación se debe aportar un promedio de 1.400 – 1.800 kcal (5.880 – 7.560 Kj) a modo de combustible. Sin embargo, este metabolismo basal tiene un nivel distinto en cada persona, en función a la edad, el sexo, el peso y otros factores personales y genéticos. Pero, además de esta energía básica, el organismo necesita también energía para las distintas actividades corporales que realiza. Si se trata de una actividad ligera, como por ejemplo el trabajo de oficina, el denominado “metabolismo laboral” exige al día por término medio 2.300 – 2.500 kcal (9.660 – 10.500 kJ). En cambio, en situaciones que requieren grandes esfuerzos, en especial con desgaste muscular, la cifra puede llegar casi a duplicarse y ascender a las 3.500 – 4.000 kcal (14.700 – 16.800 kJ). Pero también se consume energía con la digestión o la regulación de temperatura corporal, así como con las emociones (como sucede, por ejemplo, cuando nos dejamos llevar por la ira en medio de un ataque de rabia).

LA AGUJA DE LA BALANZA

Se podría afirmar entonces que, en el caso ideal de un nivel de energía equilibrado (es decir, cuando la ingestión y el consumo de energía son más o menos iguales), el peso corporal fundamentalmente se mantiene constante. Pero aquí entran en juego también las particularidades personales antes mencionadas. En efecto, si se registra un superávit en el balance energético, es decir, un exceso en energía alimenticia, éste es almacenado por las células del tejido adiposo en forma de “grasa de reserva”; ésta equivale, en cierto modo, a la corteza de tocino que se guarda para los tiempos flacos, para en caso de necesidad el cuerpo pueda recurrir a sí mismo para alimentarse. Pero, a corto plazo (o largo, según se mire), una excesiva reserva de grasa conduce a un aumento de peso superfluo, si bien reciente experimentos han demostrado que un constante exceso de alimentación en distintas personas puede tener efectos muy distintos.

Como los quemadores de calorías no comen con moderación, su cuerpo incrementa su producción de calor y quema en poco tiempo hasta un tercio de la energía sobrante. En cambio, en los que no queman calorías el exceso de alimentación produce otros efectos: Almacenan más grasa y aumentan más fácilmente de peso. Hay también otra serie de factores físicos que influyen en las oscilaciones del metabolismo basal. Así, por ejemplo, este aumenta en caso de fiebre, de embarazo y de determinadas enfermedades, mientras que por el contrario, el estrés producido por los cambios hormonales puede hacerlo bajar.

Fuente: LA PATRIA
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