Con la aprobación de la Ley de Revolución Productiva, Comunitaria y Agropecuaria impulsada por el Gobierno, aunque rechazada por algunos sectores, lo evidente es que los bolivianos pasivamente desde hace varios años atrás estamos consumiendo productos transgénicos, cierto que en poca escala, pero igualmente introducidos inclusive por la vía de la importación legal y además con autorización para producción por ejemplo de soya transgénica, desde septiembre del 2005 con un D.S. promulgado por el gobierno de Carlos Mesa.
Hay quienes dicen que “a esta altura de tiempo no vale la pena rompernos las vestiduras” cuando la avalancha de alimentos producidos en otros países están en los centros de abasto de todo nivel en nuestro país, sólo que sin la debida aclaración explicativa que debería ser obligatoria para que el consumidor sepa lo que compra y lo que consumirá.
No es nada raro y es más bien casi una costumbre que en los mercados de las ciudades se ofrezca abiertamente alimentos como papa, tomate o frutas como manzanas y uva, que llegan de países vecinos y son producto de siembras y cosechas transgénicas, con modificaciones especiales, como que las uvas u otras frutas ya no tienen pepas.
Especialmente en algunos “supermercados” – de los que ya tenemos en nuestra ciudad – se ofrecen lácteos, yogur, jugos y refrescos, galletas y otras golosinas que son derivados transgénicos y que llegan a las familias de manera directa, pero carente de información precisa, salvo el interés personal de ciertos compradores que leen y analizan instrucciones de uso y consumo, ingredientes y otros detalles de cada uno de los productos transformados.
En nuestro país, directivos de la denominada Asociación de Proveedores de Insumos Agropecuarios (APIA), confirmaron que hasta el año pasado (2010) del total de la siembra de soya en el país el 90 % es producto genéticamente modificado y se anticipa que hay quienes plantean elevar la producción de este tipo de alimentos, mejorando de tal modo los rendimientos de producción y por supuesto de consumo.
La situación nos muestra que desde hace tiempo y con más fuerza en los últimos años consumimos de algún modo cierto porcentaje de transgénicos y en algunos casos sin que se presenten alteraciones directas en la salud o que de algún modo esos productos alteren comprobadamente el medio ambiente.
Lo importante sobre el particular es que hay una Ley vigente que establece la regulación del uso de esos productos y menciona claramente en su Art. 15 que “no se introducirán en el país paquetes tecnológicos que involucren semillas genéticamente modificadas de especies de las que Bolivia es centro de origen”, para ampliar la posición gubernamental el numeral 4 del mismo artículo sostiene que todo producto destinado al consumo humano “obligatoriamente deberá estar debidamente identificado e indicar esa condición” se supone de su origen transgénico.
Hay que convenir en que está vigente un debate entre quienes dicen que el uso de esos productos no complica la vida, mientras que otra corriente los señala como dañinos, pero todavía no se ha establecido el valor de orden nutritivo de los productos genéticamente modificados o la insignificancia de ese detalle frente a las condiciones específicamente de orden económico que influyen en su producción y comercialización.
Fuente: LA PATRIA
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