La Autonomía Universitaria al igual que la libertad, son realidades vivas, no están acabadas o aseguradas, por lo que deben ejercitarse continuamente, no basta con que estén consagradas en la Constitución Política del Estado, (Art. 92) al contrario se debe hacer praxis cotidiana a partir de los procesos de la enseñanza-aprendizaje, investigación científica, la interacción social y la constante innovación de la educación postgradual que finalmente constituye la base para desarrollar procesos de gestión universitaria acordes a las exigencias y demandas de la sociedad del siglo XXI.
Sin duda alguna, la Reforma de Córdoba de 1918 constituye el hito histórico y la base de los procesos de mejoramiento de los procesos universitarios. La Autonomía Universitaria es condición básica de una Universidad científica, creadora, tecnológica, emprendedora y participativa para contribuir de manera significativa a la innovación de los procesos de formación profesional para la construcción de una sociedad con una ciudadanía con cultura democrática, plural y con desarrollo humano sostenible.
Por esa razón, la actividad de la Universidad no puede ser medida sólo con criterios de eficiencia, eficacia o rendimiento como cualquier entidad de servicio público, porque se ocupa de contribuir a las personas a adquirir la capacidad de reflexión intelectual y científica, lo cual es difícilmente medible.
Sin embargo, es importante destacar y reconocer que la Autonomía Universitaria deriva de la propia naturaleza de la Universidad y no la otorga ningún Estado o gobierno, por lo que las universidades públicas no sólo tienen independencia de funciones, sino plena capacidad jurídica de organizarse y gobernarse, de adquirir derechos y obligaciones, de contar con su propio patrimonio y con un adecuado financiamiento estatal.
De ahí la Autonomía Universitaria y el cogobierno docente estudiantil – principios centrales - es parte de la esencia de la Universidad Pública y es la que le permite cumplir su misión en la sociedad, expresada en su encargo social. Así, consideramos que es una conquista de sus actores y el apoyo de la propia sociedad de donde emerge y quién institucionalmente cumple funciones vitales de profesionalización y de generar respuestas a problemáticas sociales mediante la praxis de la investigación y la gestión del conocimiento científico.
De ahí, se debe considerar que la Universidad es una institución social abierta y constituye un centro de pensamiento libre, que debe y tiene que estar exenta de presiones o medidas de cualquier naturaleza que tiendan a impedirle cumplir o atenten contra su gran cometido de carácter social.
Se debe reconocer que en todas las épocas, la polémica más fuerte alrededor de la Universidad ha sido la de los espacios y límites de la Autonomía Universitaria y el cogobierno docente estudiantil, tanto que en los últimos tiempos algunos políticos de intereses grupales intentan desprestigiar la institución universitaria, sin comprender su esencia y su propia naturaleza. Para quienes comprendemos las dimensiones de la Autonomía Universitaria y el Cogobierno docente estudiantil, ambos principios constituyen la palanca de la innovación académica y el desarrollo estratégico de la institución.
Por eso sí queremos tomar nuestras decisiones sin presiones políticas ni económicas, la Universidad debe defender su autonomía, comprometida con las transformaciones de la sociedad y con un país que merece un espacio para pensar, disentir, imaginar y convertir las utopías y los sueños de un futuro mejor, en la sociedad del siglo XXI.
De ahí, la necesidad de cerrar espacios a la intromisión política manteniendo unidas a las universidades públicas y defendiendo la Autonomía Universitaria y el Cogobierno docente estudiantil de forma permanente, inteligente y creadora, acercándose a la sociedad, para comprender el derecho de la educación superior, que se constituya en un factor estratégico del desarrollo social, político, cultural, científico y tecnológico.
Por último, razones sobran para que las universidades necesiten impulsar cambios en la sociedad actual, de ahí la importancia de la Autonomía como la garantía para el desarrollo académico, que permita investigar, innovar, crear y recrear el conocimiento científico, incidir con acción social, manejar presupuestos con transparencia buscando siempre una gestión universitaria comprometida con moral y ética profesional con los altos intereses de la Universidad Autónoma y pública.
A manera de conclusión, consideramos que la Autonomía Universitaria expresada en la autonomía académica deviene de la suprema autorización del propio poder del pueblo, “la autonomía universitaria es la voluntad del pueblo”, es la piedra angular sobre la que reposa la Universidad como institución social y en torno a ella es que giran y se desarrollan sus múltiples y complejas actividades académicas, científicas y administrativas.
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