Cuando se habla del uso y consumo de alimentos transgénicos quienes no entienden claramente lo que esto significa pueden tener posiciones muy extremas entre rechazar concluyentemente ese sistema de reemplazo y mejoramiento de ciertas especies agrícolas o admitir por otro lado que podría ser un alivio a la escasez de ciertos alimentos o el aumento de su producción.
El asunto es que se trata de un “avance tecnológico” creado por supuesto en los países en desarrollo y con fines de paliar las dificultades alimentarias en su propia jurisdicción o en las que se encuentran bajo su especial dominio, claro está como resultado de muchas investigaciones que han permitido reemplazar semillas tradicionales, sustituirlas por otras genéticamente creadas y para los fines de impulsar el crecimiento de varios productos, especialmente los que se consideran de uso primario o prioritario.
En nuestro país quien sabe un quinquenio antes no se tomaba en cuenta la producción y el uso de los transgénicos, específicamente alimenticios, aunque muchos años atrás ya se dio paso al uso de químicos especiales para combatir las plagas que atacaban y liquidaban enormes plantaciones, especialmente en el sector oriental del país. De ese tipo de transgénicos a los que ahora se anuncian hay una brecha abierta por la duda y la incertidumbre.
Primero que nada señalar que en nuestro país no hace mucho se aprobó la ley (Nº 185) conocida como de “Revolución Productiva, Comunitaria, Agropecuaria” que más allá de la promoción e incentivos a la producción agro ganadera en todo el territorio nacional incorpora en dos artículos 15 y 19 una abierta promoción a la producción de transgénicos.
El hecho generó reacciones inmediatas en los sectores de productores agrícolas, también en la organización Conamaq, rechazando la medida y solicitando al Gobierno el retiro de los artículos pertinentes en defensa de la producción original y tradicional de alimentos en el país. Por lo que se sabe en el juego parlamentario se anularon esos artículos, pero en el pleno de los diputados se los repuso y así se aprobó la norma.
En el numeral 3 el art. 15 sostiene que “no se introducirán en el país paquetes tecnológicos agrícolas que involucren semillas genéticamente modificadas de especies de las que Bolivia es centro de origen, ni aquellos que atenten contra el patrimonio genético, la biodiversidad, la salud de los sistemas de vida y la salud humana”. Esa definición significa que no se podrá usar semillas que el país no sea centro de origen como el caso de la papa por ejemplo, empero es permisible para semillas de algodón u otras no precisamente alimentarias. Por otra parte el numeral 5 del art. 19 dice “se establecerán disposiciones para el control de la producción, importación y comercialización de productos genéticamente modificados”.
Finalmente, quizás para tranquilidad de los bolivianos, el Ministro de la Presidencia aseguró que “la ley no fomenta ni promueve el uso de transgénicos y por el contrario impulsa el desarrollo biotecnológico a través de nuestro patrimonio genético”. Convincente o no la declaración nos recuerda que por su parte el Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyo considera que los transgénicos afectan a la salud y que más bien el país debería apostar por un mayor apoyo – real y efectivo – a la agricultura ecológica y orgánica.
El tema de los transgénicos es muy complejo, debería merecer un profundo análisis con explicaciones de destacados profesionales en la materia.
Fuente: LA PATRIA
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