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Domingo 24 de julio de 2011

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Cultural El Duende

EL MUSICO QUE LLEVAMOS DENTRO

Los cinco alemanes

24 jul 2011

Fuente: LA PATRIA

Los siglos XIX y XX conocieron la supremacía alemana con Beethoven y Wagner, la preeminencia francesa con Franck y Debussy y, el despertar de los nacionalismos musicales que, pasando por Stravinski y Schönberg, produjeron los frutos de la música concreta. La era romántica rompió con las normas del clasicismo sobrio y reflejó un individualismo creador desde la idea fija de Berlioz hasta el leitmotiv de Wagner que transformó definitivamente el lenguaje sonoro.

Ludwig van Beethoven

Nació en Bonn, Sacro Imperio Romano Germánico, el 16 de diciembre de 1770 y murió en Viena, Imperio Austriaco, el 26 de marzo de 1827. Se inició con Noef en su ciudad natal, conoció a Mozart en Viena donde estudió con Haydn y Salieri y estrenó su Primera Sinfonía. Víctima de imposibles amores, tales como el inspirado por Giulietta Guicciardi, a quien dedicó la sonata Claro de luna, vivió aquejado por una implacable sordera, y a pesar de ello se mantuvo fiel a su divisa: Hacia la alegría mediante el dolor. Sus privaciones, las contrariedades de su vida, sus amarguras sentimentales no quebrantaron su ánimo y hasta el último minuto de su existencia rindió culto fervoroso a la música. Sus adagios tienen un aire soñador y sus scherzos una movilidad etérea. Obra de su genio son nueve sinfonías. Oberturas viriles como la de Egmont; conciertos para piano, violín y orquesta; profunda música de cámara; 32 sonatas para piano y otras para violín y piano; la ópera Fidelio; la Missa solemnis; exquisitos lieder como los del ciclo A la amada ausente, demuestran su inmortalidad.

Beethoven pasó sus últimos años aislado por la sordera, relacionándose con algunos amigos mediante los cuadernos de conversación. En 1823 conoció a Franz Liszt quien, años más tarde transcribió sus sinfonías y fue un destacado intérprete de su obra. La Novena Sinfonía se estrenó en 1824 y aunque fue un rotundo éxito, los problemas económicos continuaron acuciándolo.

La salud del maestro decaía inexorable; su hermano Nikolaus Johann recordaba: Al almuerzo comía únicamente huevos pasados por agua, pero después bebía más vino; se le agrandó cada vez más el vientre, y durante mucho tiempo lo llevó vendado. Tenía edemas en los pies y se quejaba continuamente de sed y pérdida de apetito. En esa época, comenzó la composición de la Décima Sinfonía. Pronto se difundió en Viena el estado terminal de Beethoven.

El 24 de marzo de 1827 recibió la extremaunción según el rito católico a pesar que sus creencias fueron muy poco ortodoxas. Dos días después del coma, Anselm Hüttenbrenner relató los últimos momentos del compositor de la siguiente forma: Permaneció tumbado, sin conocimiento, desde las 3 de la tarde hasta las 5 pasadas. De repente hubo un relámpago, acompañado de un violento trueno, y la habitación del moribundo quedó iluminada por una luz cegadora. Tras ese repentino fenómeno, Beethoven abrió los ojos, levantó la mano derecha, con el puño cerrado, y una expresión amenazadora, como si tratara de decir: “¡Potencias hostiles, os desafío!, ¡Marchaos! ¡Dios está conmigo!” o como si estuviera dispuesto a gritar, cual un jefe valeroso a sus tropas “¡Valor, soldados! ¡Confianza! ¡La victoria es nuestra!”. Cuando dejó caer de nuevo la mano sobre la cama, los ojos estaban ya cerrados. Yo le sostenía la cabeza con mi mano derecha, mientras mi izquierda reposaba sobre su pecho. Ya no pude sentir el hálito de su respiración; el corazón había dejado de latir.

Fuente: LA PATRIA
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