Moscú está patas arriba desde que empezaron las obras del primer gran proyecto del nuevo alcalde, que se ha propuesto renovar las aceras en todo el centro y sustituir el asfalto por adoquines de hormigón, al estilo de las ciudades europeas.“Muchas aceras de Moscú recuerdan a una ciudad bombardeada”, titula el portal informativo “Región 21” que expresa así el malestar de los moscovitas, obligados a esquivar pilas de baldosas de pavimento, sacos de cemento, montículos de arena y otros materiales de obra que han invadido la ciudad.
Desde que se aprobara en mayo el decreto para adecentar 1,13 millones de metros cuadrados de las aceras de Moscú, proyecto valorado en 4.000 millones de rublos (unos 142 millones de dólares), apenas quedan moscovitas que no hayan oído hablar de Serguéi Sobiánin, su alcalde desde octubre de 2010.
Cientos de obreros y máquinas trabajan a destajo para concluir antes del próximo 25 de octubre una remodelación de calles sin precedentes, que perturba el tráfico de vehículos y peatones.
A finales de junio, las obras empezaron simultáneamente en más de una veintena de calles de la capital rusa, algunas de las cuales se prolongan hasta varios kilómetros, como en el caso del anillo de circunvalación que rodea el centro histórico de la urbe.El metro cuadrado del pavimento de hormigón cuesta 3.300 rublos (117 dólares), casi siete veces más que el de asfalto.
Sobiánin, en declaraciones a los periodistas, dijo que el asfalto da un “aspecto poco presentable” al centro de la ciudad, mientras que su primer teniente de alcalde, Piotr Biriukov, añadió que las losetas duran más tiempo, son más ecológicas y exigen menos mantenimiento.
Algunos expertos aseguran que el hormigón durará entre 15 y 20 años, mientras que el asfalto tiene una vida media de siete.
El pliego de condiciones para la concesión de las obras, sin embargo, establecía una garantía de sólo tres años para el nuevo pavimento, según el diario “Moskovskie Nóvosti”.
El debate está en la calle y son muchos los que creen que el empedrado a la europea no se adaptará al clima ruso: Al adoquín se le acusa de ser resbaladizo en invierno y poco resistente a los cambios bruscos de temperatura.
Yuri Vasíliev, profesor del Instituto de Automovilismo y Carreteras de Moscú y experto en materiales de obra, teme que el volumen del proyecto y el ritmo al que se está ejecutando no garantizan la calidad.
Quienes más se oponen al hormigón son las amantes de los zapatos de tacón, que son muchas en la capital rusa.
“A mí esto no me gusta para nada porque suelo ir con tacones altos y siempre los rompo. Creo que por nuestra comodidad no hay que usar adoquines; es mejor dejar el asfalto, aunque hay que extenderlo bien”, dijo a Efe Tamara Sovkunova, una estudiante harta de esquivar el empedrado.
Otros están encantados con el aspecto que lucen las calles, pero critican la envergadura de las obras y el tiempo que van a llevar.
“Creo que es necesario hacerlo, pero más rápido. Llevan mucho tiempo en esto. Lo han destrozado todo y nadie sabe cuándo van a terminar”, dijo una vecina de Moscú que prefirió guardar el anonimato.
Doce empresas obtuvieron la concesión de obra ahorrándole 68 millones de rublos a Moscú gracias a ofertas inferiores a la cantidad presupuestada para el proyecto.
Pero en Rusia, cualquier obra urbanística es una buena excusa para sacarle dinero a pequeños y grandes comercios.
Con kilómetros de aceras por hacer, las constructoras desmantelan pequeños tramos frente a los comercios y dejan inalteradas las zonas junto a los bloques de viviendas.
Tras levantar el asfalto y dejarlo todo perdido, los obreros se retiran sin colocar el nuevo pavimento y ponen a prueba la paciencia de los empresarios, que finalmente se ven forzados a ofrecer dinero para agilizar las obras frente a sus comercios.
Fuente: Moscú, (EFE).-
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