Una actitud criticable es el hecho que varios vecinos que luego de limpiar los desechos de sus casas optan por dejar los mismos, por lo general el bolsas negras, en las esquinas de varias calles de la ciudad, sin darse cuenta que con este accionar están ensuciando la “casa grande”, donde también habitan y probablemente pasan más tiempo que en sus hogares.
Siendo ese el panorama, cuando la basura queda esparcida en vía pública, los transeúntes se ven en la obligación de sortear los promontorios en su caminar, además de percibir la pestilencia de los desechos.
Es común ver arrojar los desperdicios fuera de los horarios establecidos para el recojo en los carros basureros y también es común escuchar a los vecinos en comentarios personales o a través de los medios de comunicación, cuestionar la labor de los funcionados de la empresa responsable del aseo de la ciudad, sin aportar como se dice por lo menos “con un granito de arena” para evitar dejar su basura en las calles.
Otro factor cotidiano es ver cómo los niños y jóvenes, que son los adultos del futuro, por lo general tienen el hábito de consumir cualquier golosina y luego de quitarle la envoltura tirarla en cualquier parte de la ciudad, sean plazas, parques, patios de sus colegios, en sus cursos, dentro los vehículos de servicio público y otros espacios públicos. Habrá que aclarar que esta práctica no sólo es de los jóvenes, pues también hay adultos que dan el mal ejemplo.
El descargo fácil y casi común, cuando alguien se anima a cuestionar esta actitud es decir que “para eso hay una empresa responsable de limpiar la ciudad, para eso se les paga”, sin tomar en cuenta que no sólo es un factor de estética urbana, sino de salud pública, pues dejar la basura así como lo hacemos ahora, trae consigo aparejados otros factores de riesgo.
A pesar que Oruro tiene un clima frío, en el verano, se reporta la proliferación de moscas que revolotean por los microbasurales y luego existe la probabilidad de que se posen en alimentos, ya sea en los centros de expendio o en los mismos hogares, riesgo que podría ser menor si se reducen los promontorios callejeros de basura generada por los propios vecinos a partir de sus hogares, sus negocios u otros centros de trabajo.
Otro factor de riesgo son los perros vagabundos que en la búsqueda de algo que comer en medio de la basura, destrozan los envases plásticos y dejan la basura dispersa.
Producto de este comportamiento humano y animal (los perros), en vía pública quedan expuestos restos de alimentos, bolsas plásticas, papeles de diverso uso, pañales desechables usados y destrozados, botellas de vidrio y plástico, cartones y una infinidad de desperdicios, muchos de los cuales terminan depositados en jardines con el riesgo de contaminar las plantas y los suelos con los que con probabilidad en algún momento los seres humanos tendrán contacto.
En otros casos los desechos permanecen por días expuestos al aire hasta desintegrarse y convertirse en moléculas que quedan flotando y pueden ser aspiradas por las personas.
RECUERDOS
Atrás quedan los recuerdos del Oruro de antaño cuando en la década de los 50 el intendente Víctor Soria Galvarro, recorría la ciudad golpeando las puertas de cada vivienda para recordar a los vecinos la obligación de barrer las aceras y así aportar al aseo urbano.
Probablemente esta autoridad, sea la única en la historia de Oruro, que sea recordada por su obsesión con la limpieza, pues incluso tenía la potestad de inspeccionar los mercados para verificar si las vendedoras estaban bien peinadas y con la cara lavada; caso contrario vigilaba personalmente que cumplan con su aseo personal en la pileta instalada en el mismo mercado.
Con ese ejemplo todavía existen ciudadanos que no perdieron el hábito de barrer las aceras situadas en afueras de su vivienda, pocos pero sin lugar a dudas un prototipo a imitar.
Fuente: LA PATRIA
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