Sábado 16 de julio de 2011
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Esta mañana, en las primeras horas del glorioso día de los paceños, fui despertado por una cochabambina quien acudió a mi casa cantando las estrofas del himno a La Paz: “Saludando de Julio el gran día que es del pueblo paceño blasón, celebremos con grata armonía, de valientes y libres la unión…”, a las que siguieron gritos de “¡Viva La Paz y Cochabamba más!”, “¡Viva el Bolívar, y viva el Strongest!” y “¡Gloria a Murillo!”
Semejante algazara no se había escuchado jamás en mi tranquilo hogar pues mi esposa prohibió festejar en nuestra casa la revolución de Murillo porque él dirigió el alzamiento contra el dominio español.
No necesité abrir un ojo para saber quién era la autora de tal zafarrancho pues sólo mi comadre, la valerosa cochabambina Macacha pudo organizar semejante diana patriótica y ruidosa para anunciar la aurora del nuevo día y tuve que bailar en pijama por vez primera a los acordes del tango “Illimani”, mientras mi comadre me ayudaba a cantar mis recuerdos de “Miraflores, mi refugio dominguero y a Sopocachi de mis sueños juveniles”, sin olvidar nunca el Barrio Norte donde viví en un viejo conventillo de la calle Ingavi, al lado del palacete de la familia Bedoya.
