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Domingo 10 de julio de 2011

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Cultural El Duende

Entrevista con el Yachaq

10 jul 2011

Fuente: LA PATRIA

El académico de la lengua Blithz Lozada Pereira (Oruro, 1964), revela en esta narración el ejercicio del oficiante en la lectura y control de las entidades y fuerzas que condicionan el destino de los hombres

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Primera de dos partes

“¡Nunca debes tener complejo de culpa!”. “¡No debes sentir que lo que haces está mal!”. Así se expresaba Yuri mientras me hablaba con un tono pausado y semi-sonriente. Inmediatamente agregó: “Ése es el secreto de toda magia, no sólo del mundo andino, sino de todas partes, incluida la magia europea”. Yo pensé, “entonces, el mago, el yatiri, el yachaq, el mediador o como se llame, si lo es de verdad, tendría un conocimiento esotérico y profundo, sería detentor de un saber secreto y críptico. Existiría un saber que orientaría su voluntad de manera consciente e intencional: saber acerca de que está vedado de atraer las vibraciones del ser que el complejo de culpa podría imantar”.

“Pero, ¿de qué estamos hablando?”, inquirí: “Haber, pongámonos de acuerdo. Tú me contaste una vez que fuiste al mismo tiempo, cliente y oficiante. Me dijiste que te quejaste a los uywiris, a los apus, a los mallkus, y seguramente, al Sereno, que eras víctima de la discriminación; que fuiste maltratado, subestimado en tu inteligencia y en tu aptitud académica para el estudio filosófico por una persona a quien considerabas racista. Recuerdo que me dijiste que fuiste más allá del Pajchiri, hasta los recónditos y poderosos lugares saxra de Potosí, y que allí, en medio del terror que te acechaba, expusiste tu pena y escribiste el nombre de la persona que te maltrataba. Ahora bien, dime, cuando indicas que no se debe tener remordimientos de conciencia, que lo que se hace en el nivel sagrado, no debe implicar un lastre en la mente, ¿a quién te refieres? En tu caso, ¿cómo se aplica, hablas de ti como cliente o como oficiante?”.

Yuri me miró como buscando adivinar el sentido de mi pregunta, pero no para responderla. Ya sabía la respuesta por anticipado, sino para descubrir en mis ojos y mis gestos, la intención que me guiaba, para ver qué mostraban mis palabras y para saber si escondían alguna actitud que él, intuitiva e instantáneamente, adivinaría. Con presteza me respondió: “Como ambos: Yo era cliente y mediador, era víctima y era yachaq. Pero cuando interpelé a las entidades como tú sabes, esas que algunos llaman habitantes del manqa pacha, no podía ser cliente, debía ser mediador, debía resplandecer de energía y ser capaz de subordinarlas, de mandarlas y de someterlas a mi voluntad. Cuando te digo que no se debe tener ningún cargo de conciencia, me refiero al secreto de los magos y de los yachaq. No pueden doblegar a los demonios si creen que lo que hacen está mal, si creen que no deberían, si después van a decirse a sí mismos “no debía hacerlo”.

“Pero tú no haces ningún daño… Nunca has proferido maleficio alguno contra alguien, ¿o me equivoco?”, repliqué. “Lo que he hecho no me provoca ningún análisis sobre si estuvo mal o que yo no debía hacerlo”, me respondió. “Es más, como yachaq, perdería mi poder, no sería capaz de adivinar el futuro ni de hacer lo que considero justo, si después creería que no debía hacerlo… que debía reprimirme, perdonar o dejarlo pasar. Yo atiendo lo que mis clientes me piden. Los clientes siempre vuelven la mirada sobre sus decisiones, se arrepienten, quieren cambiarlas, quieren compensar lo que ocasionaron de alguna manera, y no se dan cuenta que, con esa actitud, atraen hacia sí, vibraciones negativas, situaciones desagradables o de mala suerte. No puedo permitirme esa debilidad. El trabajo que hago interpela a fuerzas poderosas y portentosas sobre las que debo erguirme y mandar. No caben los remordimientos. Cuando ingresé a la caverna de Potosí, dejé de ser el cliente, víctima del racismo, y comencé a ser el yachaq, capaz de precipitar lo que ya sabes que pasó…”.

“¿La muerte es inevitable?, querido Yuri”, pregunté apresurado para no dejar escapar esa idea que me aguijoneaba. “O mejor”, añadí: “al saber algo del futuro, ¿acaso no tienes cierto poder para cambiarlo?, ¿acaso adivinar en coca como hacen Uds., o leer la baraja española con el arcano mayor del tarot, no implica tener cierta ventaja sobre lo que va a pasar y, por lo tanto, al menos, atenuarlo…? Dime, ¿si tú vieras que, por ejemplo, la muerte ronda alrededor de mi existencia, me lo dirías? ¿Dices todo lo que lees a tus clientes?”. Me di cuenta de que eran muchas preguntas, que la ansiedad me asaltaba y que mi deseo de obtener respuestas motivaba hasta que pierda de vista la necesidad de reflexionar sobre las palabras de Yuri…

Él con calma me dijo: “Mira, hay dos tipos de destino, el destino inevitable…”. “Por ejemplo, la muerte…”, le interrumpí. “Podría ser…”, me respondió, y agregó, “pero no necesariamente, la muerte es un proceso. El yachaq o el mago pueden acelerar el proceso, pueden incidir para que se resuelva antes o pueden ralentizarla. Igual se ha de dar…”. “¿Entonces es un destino inevitable?”, le pregunté ansioso… “Sí, en general”, me respondió, “salvo que se trate de algún maleficio intencional”. Prosiguió: “Recuerdo que una vez, una cliente me pidió que viera su situación. Lo mismo salió en coca y en las cartas… Yo supe que ella había embrujado a su marido, pero ella no quería admitirlo, tal vez por vergüenza o tal vez por temor. El asunto es que no quería reconocer lo que hizo. Después de insistir mucho, lo confesó. Yo descubrí que la bruja que hizo el trabajo, había cometido un error. Hay varios métodos, por ejemplo, en este caso se trataba de amarrar al marido a la mujer, porque tenía una amante y la mujer quería que la deje. La bruja cosió su fotografía, pero entre las puntadas que hizo, se le fue la mano. Entonces le produjo un mal grave al marido. La misma esposa no sabía qué pasaba. Si bien poco tiempo después dejó a su amante, enfermó. Fueron a varios médicos y nadie supo qué tenía. En verdad, es imposible diagnosticar estos males y no existe la posibilidad de sanarlos. Así que cuando vino la mujer donde mí, descubrimos lo que pasaba y ella lo confesó. Entonces, yo le dije: vaya donde la bruja y desate lo que hizo. Así fue, y el marido que estaba al borde de la muerte, sanó”.

“¡Qué interesante!…”, le dije. “Entonces… si la muerte no es provocada por interferencia humana, si no hay una acción saxra de un laica, de un chamaqani o de un yachaq, es decir si no se da la intervención de alguno de Uds., ¿es un destino inevitable?”. A esto me contestó: “Inevitable quiere decir en estos casos, que sólo se puede adelantar o retrasar, pero no cambiar. Hay otro destino que es alternativo. Y aquí radica, por ejemplo, algunas diferencias con el cristianismo”. “Dime, por favor”, volví a interrumpirle. “Ya te he explicado”, continuó, “que el secreto de la magia consiste en evitar toda actitud o gesto que atraiga una disposición negativa de lo que rodea. El yachaq debe tener una actitud humilde ante la pacha, pero no tomarla como un designio de algo que indefectiblemente va a suceder. Si muestra, como tú has tratado en alguno de tus libros, ciertos gestos de ofrenda y de fe, si cree en lo que está haciendo y quiere atraer para el cliente la buena suerte deseada, para lograrlo, debe saber que puede influir sobremanera para que alguna de las alternativas de lo que podría suceder se realice. En esto también hay una diferencia importante entre el mundo andino y el mundo occidental, o mejor, con el cristianismo. Tú sabes que la concepción del pecado está orientada a crear complejo de culpa, remordimiento y rechazo de uno mismo. El hombre andino no es así, menos nosotros los yachaq, como dije, no tenemos remordimientos de conciencia de ningún tipo. Pero, además, sabemos que podemos influir sobre lo que va a pasar, sabemos que hay una parte del orden del mundo que tiene como caminos posibles, alternativas de recorrido, algo así como lo que dice la física actual sobre los mundos paralelos… Nosotros, según la voluntad del cliente, influimos para que alguna de las alternativas de lo factible, tenga mayor peso en el juego que se da entre lo posible y lo que efectivamente se realiza. Así, los ritos, las ofrendas, las mesas, las curaciones o como quieras llamarlos, tienen una función de intervención en el juego de las posibilidades del destino alternativo, redundando para que se haga explícito y tenga mayores probabilidades de realizarse, lo que el cliente quiere que sea y por lo que nos pide que hagamos el trabajo”.

Continuará

Fuente: LA PATRIA
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