Hace algunos días atrás, mientras me transportaba en una movilidad de servicio público, oí casualmente algunos comentarios de personas que se encontraban en el medio de transporte, afirmaciones que en algún momento hemos oído los maestros, en el sentido de que la educación de sus hijos era responsabilidad de la escuela, endilgando todas las culpas de sus éxitos o fracasos a los maestros, sobre quienes echaban toda la leña de sus frustraciones y culpas. Supuse que eran padres y madres de familia, preocupados por la educación de sus retoños, por lo cual me puse a pensar sobre este extremo.
No es el ánimo mío santificar a los profesores, porque como en todo, hay buenos y malos profesores. Los buenos, como los llamo, son aquellos maestros de vocación de servicio, que no miden sacrificios, ni tiempo, ni esfuerzo en el desarrollo de su trabajo, son los que han logrado alumbrar el camino del conocimiento y el amor en sus pupilos.
Profesores malos, son aquellos que apenas ingresan a la escuela quieren escapar, aquellos que no tienen tiempo, ni metodologías para enseñar, son aquellos que siempre andan dando largas a las preguntas de los alumnos, no cumplen a cabalidad, demostrando un trabajo mediocre y de engaño.
Si parto de este reconocimiento espero que los padres y madres comprendan que la educación de sus hij@s no empieza en la escuela, sino esta educación empieza en su familia, en su hogar, en su casa, porque es la familia el primer contacto que tiene el sujeto con la sociedad, es el lugar donde uno nace y donde se desarrolla.
La familia va pintando con sus pinceladas los trazos de las acciones futuras, constituye en sí todo un contexto sociocultural a través del cual llegan toda una serie de características afectivas, culturales, sociales, llenando nuestras vidas de una serie de contenidos que van desde lo más simple a los más complejo. Entonces la familia constituye el primer pilar de la educación, para formar al ser humano como ser social, con autoestima y capaz de entenderse a sí mismo y al mundo, por lo cual, la responsabilidad de la familia en la formación de los hijos es inmensa e invaluable.
Cuando mencionamos la palabra familia, en la mente de muchos de nosotros aparecerán las imágenes de nuestro: padre, madre, hermanos, tíos, primos, abuelos, etc., imágenes que nos hacen reír o llorar con el recuerdo. Ahora que si bien la familia en la actualidad no es necesariamente la familia nuclear comúnmente conocida es decir: padre, madre e hijos, sino también, las familias mono parentales, formadas por la madre y los hijos, el padre y los hijos, en las que por diversas circunstancias se queda uno de los progenitores con los hijos, también está la familia extensa, formada por personas unidas por lazos de afectividad o consanguíneos las mismas que viven juntas. Como quiera que se hubieran formado las familias, estas manifiestan un determinado contexto sociocultural, que influye y determina a los hijos.
La escuela evidentemente continúa con el proceso de socialización, para lograr una adecuada adaptación social. Tarea que muchas veces tropieza con fenómenos como la desintegración familiar, el maltrato, la violencia, el abandono y otra serie de elementos en que viven muchos niñ@s. Elementos que también van influyendo en su formación.
Frente a esto lo que ahora cabe es tratar entre todos, de buscar soluciones a la problemática de la educación, asumiendo plenamente la responsabilidad de cada uno de nosotros en la formación del ser humano.
(*) Profesora de Filosofía-Psicología
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