Cada que el Gobierno promete algo, el pueblo duda en si creer o no, lo cierto es que la esperanza es lo último que se pierde y, no queda otra que esperar y darles una oportunidad a las autoridades.
La última promesa que hicieron los gobernantes al pueblo boliviano fue que el azúcar no escasearía más y que bajaría de precio.
La promesa de bajar el precio al azúcar la cumplieron, pero no duró mucho y ante la falta de este producto en las tiendas de abarrotes, de barrio y otros centros de abasto, comenzó a subir nuevamente.
Se dijo que se castigaría el agio y la especulación y, la verdad es que hasta el momento, los comerciantes continúan vendiendo el endulzante a los precios que mejor les parece, a vista y paciencia de las autoridades encargadas de velar porque los precios de los productos de primera necesidad, en especial del azúcar, no se eleven.
Los productores de azúcar aseguran que trabajarán extra para que no falte el endulzante, conocido como “oro blanco”, pero la realidad es que en las tiendas de abarrotes el producto escasea.
Antes que se presentase el problema de la escasez y la elevación del precio del endulzante, las amas de casa podían escoger si querían comprar azúcar morena, semi morena o blanca, pero ahora tienen que conformarse con lo que hay, si es blanca, esa será la que tengan que comprar.
Las autoridades aseguran que el producto no está escaso, pero seguramente es porque para ellos siempre habrá, no importa de dónde lo consigan los proveedores.
O quizás lo que ocurre es que en realidad hay ocultamiento de este producto, ya que durante la crisis se vio que la gente estaría dispuesta a todo por conseguir un poco, inclusive a pagar más de lo que en realidad cuesta.
Hay comerciantes que aprovechan los malos momentos que pasa la población para ocultar su producto y subirle de precio, pero también puede tratarse de una verdadera escasez.
Lo único que le queda a la población es esperar que la situación encuentre pronta solución ya sea por parte de los comerciantes o de las autoridades, para que no regrese el sabor amargo del azúcar.
La confianza de los pueblos se gana honrando las promesas, por lo tanto, si nuestros gobernantes quieren que los bolivianos confiemos en ellos deben cumplir lo prometido y no permitir ni el agio ni la especulación del endulzante, todos estarán agradecidos.
(*) Periodista
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