A pesar de que pensamos, mucho antes de diciembre del 2005, desde las luchas contra las dictaduras de los 70’s y 80’s, que un proceso de transformación revolucionaria no puede ni debe provenir de un solo sujeto político que se apropie exclusivamente del imaginario social en una sociedad tan abigarrada como la boliviana, teníamos una mínima esperanza de estar equivocados y de que el Movimiento al Socialismo, a partir de la legítima indignación popular, que agrupaba a amplios sectores de la población urbana y un poco rural, menos todavía étnica, podía hacer historia.
Hoy, después de 5 años y poco más de seis meses, de gobierno del MAS, los hechos han erosionado esa esperanza, pero no totalmente, todavía. Las cosas no van bien, al margen de un proceso con características utópicas, porque éste se refiere a ideales grandiosos de humanidad que tienen poco que ver con la actual realidad, la que nos ubica y trasciende en el intento de un esfuerzo desesperado, en el volumen de una “burbuja paraestatal”, en el esfuerzo de convencer de que todo lo hecho está bien y de que la oposición de derecha y/o de izquierda debe ser aplastada. Craso error. Sin el opositor se recrea el escenario del totalitarismo.
El MAS es un sujeto político que se debate entre luces y sombras, se ha equivocado reiteradamente en la implementación de un proyecto de cambio que no existe en su formulación teórica y no quiere reconocer sus desplantes e insuficiencias. No obstante, ha liderizado un proceso irreversible con él o sin él. El 2005, la población urbana y rural votó por el cambio transformador y no por el enfrentamiento entre explotados y/o oprimidos.
En el 2006 surgió la oportunidad de conciliar la soberbia de un triunfo ratificado por plebes e intelectualidades tan diversas con la obligación de sacar al país del ostracismo tan condenado por la población consciente. ¿Pero, se hizo así? Creemos que no. A partir del análisis del proceso, que interesa a todos los bolivianos, no humildemente, pero con entereza para revivificar el “proceso de cambio”, proponemos al MAS lo siguiente:
1. Anular el proceso de elección de autoridades judiciales en curso, por sus vicios sustanciales y procedimentales. En todo caso, si no fuera posible, ahora, seleccionar a los mejores candidatos sin criterios partidarios, sino de competencia académica y técnica, a fin de que el voto blanco y nulo sean mayoritarios por la desconfianza ciudadana. Con esto se lograría la despolitización de la justicia y la desjudicialización de la política.
2. Materializar la renuncia de autoridades ligadas al MAS que reemplazaron ilegítimamente a gobernadores y alcaldes de la oposición, destituidos por el inicio de procesos judiciales en su contra. En su lugar, por un principio fundamental de legitimidad del voto, deben ser elegidos por las asambleas departamentales y consejos municipales representantes del partido ganador de las elecciones.
3. Declarar desiertos todos los cargos públicos, excepto los de libre designación, convocando a un amplio, profundo y trascendente proceso de selección de servidores públicos con concurso de méritos y exámenes de competencia.
4. Generar urgentemente procesos y medios de generación de empleo antes y después de un Proyecto de País estratégico que deberá ser elaborado en los próximos 12 meses. Mientras tanto se debería hacer posible el fortalecimiento de las capacidades productivas y laborales del país.
5. Garantizar inversiones extranjeras que respeten normas garantes de la transferencia de tecnología y la creación de instrumentos científicos que hagan posible la liberación a mediano plazo.
6. Implementar cambios en el contenido de las leyes promulgadas en la actual gestión de gobierno y en la propia Constitución, por no corresponder a la realidad boliviana y a sus actores fundamentales.
Si el Presidente, Evo Morales Ayma, y sus militantes hacen posible un cambio razonable y mínimo, el país les agradecerá, en contrario les condenará. Los errores se cometen, pero de inteligentes es enmendarlos.
(*) Politólogo
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