Los últimos forcejeos verbales y hasta cierto punto de atrevimiento antidiplomático, de parte de funcionarios gubernamentales y parlamentarios de Bolivia y Chile, además de los propios presidentes de ambos estados, nos demuestran que se ha caído en un peligroso juego de “dimes y diretes” dirigido casi exclusivamente a fortalecer posiciones internas en un contexto de pérdida de la confianza ciudadana expresada en repetidas encuestas de los últimos meses, hasta ocho y más. Así, Piñera y Morales van para abajo en la consideración de la opinión pública de sus países.
El actual gobierno de Bolivia, como casi siempre lo han hecho los demás en casi dos siglos de historia entre neocolonial y republicana, aunque supuestamente igualitaria a partir del 2006, hace el papel absurdo de “tonto útil del utilitarismo chileno”. Después de “haber metido la pata y otras partes más”, por ingenuidad, quizás por ignorancia y en el peor de los casos por mala fe, pretende mostrarse ofendido y tardíamente se queja de la humillación a que fueron sometidos militares bolivianos en momentos previos y durante su comparecencia ante un tribunal chileno, cuando fueron obligados a entrar enmanillados y con el rostro cubierto como vulgares delincuentes comunes. ¡Las afrentas solamente se las hace en rostro propio el usurpador!
Los incidentes fronterizos en los que soldados bolivianos fueron sorprendidos supuestamente en territorio chileno, armados y conduciendo dos vehículos aparentemente robados en Chile, caen en el terreno del manejo tortuoso, manipulador y sensacionalista de órganos de poder del país trasandino, ya que no es la primera vez que se producen en Latinoamérica ya sea por error u omisión. Lo realmente inteligente radicaría en que el tema se maneje con sobriedad basada en un perfil bajo, de carácter diplomático y sin innecesarios elementos de teatro histriónico, digno de otros escenarios lúdicos, más correspondientes al arte que a la política internacional.
Pero, como Bolivia, más exactamente su gobierno, al fin comprendió, o lo entendió en todo caso, que el diálogo bilateral en el asunto marítimo no sirve más que para “consuelo de estúpidos”, y decidió, al menos formalmente, recurrir al Tribunal Internacional de La Haya para poner fin al enclaustramiento del país, entonces es cierto que Chile tiene que asumir, fiel a sus principios usurpadores, una posición enérgica con el “vecino respondón”, la que nunca dejó de sustentarla en la práctica a pesar de sus matices que van del negro puro al gris oscuro, nunca más allá, hacia la claridad de la verdad.
La historia postcolonial nos enseña que casi todos los representantes del poder chileno, con excepción de connotados progresistas, como Salvador Allende, ajenos a semejante orgía de bárbaros, especialmente en las relaciones con Bolivia, y hasta con Perú y Argentina, han sido y son astutos, preparados en la escuela del enredo y el engaño convenenciero. Unas veces pretenden mostrarse condescendientes, los bolivianos de a pie ya no nos tragamos su verborrea vergonzante, pero con la perfidia oculta en sus ojos taimados. En otras ocasiones se evidencian altaneros y amenazadores, de acuerdo a su naturaleza cínica y ambiciosa, lo que responde a su verdadera esencia de bribones, idiosincrasia bien heredada de filibusteros españoles, ingleses y franceses. Y no son los “piratas del Caribe”.
Volviendo al tema, el felicitar y/o condecorar a carabineros chilenos por cumplir con su deber y a militares bolivianos por “meter la pata” es un despropósito. A Chile nunca le ha importado la lucha contra el contrabando que afecte a Bolivia, las pruebas en Tambo Quemado, Pisiga y Charaña sobran. Al contrario, lo fomenta y la pelea contra ese mal en Bolivia es sólo una quimera. Si los soldados bolivianos fueron realmente sorprendidos en territorio supuestamente chileno (que en justicia le pertenece al Perú ya que los resultados de guerras de rapiña no tienen valor moral), entonces se dejaría traslucir su incapacidad como guardianes de nuestras fronteras ya que no conocen los límites que deben proteger sagradamente. Más, lo realmente grave sería que hubieran sido capturados en territorio boliviano, lo que ameritaría un juzgamiento con la máxima severidad posible.
En todo caso, se trata solamente de aprestos irrelevantes en la política internacional. Chile no necesita sentarse para dialogar, simplemente debe, está obligado históricamente, resolver una injusticia histórica sin “el puñal bajo el poncho” y Bolivia no seguir su juego. Lo demás es perder el tiempo.
(*) Politólogo
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