No hay necesidad de adivinar lo que puede venir de inmediato en materia de economía, afectando los restringidos presupuestos familiares y poniendo en vilo a la mayoría de trabajadores que viven con salarios congelados y no pueden nivelar sus ingresos con el costo de la canasta familiar.
El asunto se da en las circunstancias actuales por un síntoma muy peculiar cuando se avizora la escasez de un producto o su inminente elevación de precio. Eso está sucediendo en los últimos días con el azúcar, producto de primerísima necesidad que desapareció paulatinamente de los centros de abasto y de los almacenes ante un marcado rumor de elevación de precio.
Autoridades de gobierno reconocieron el hecho señalando que “evidentemente se registró un alza en el precio del endulzante en los centros de venta en todo el país, culpando de ese fenómeno a los comerciantes mayoristas por el aumento injustificado en los precios del azúcar pese a la distribución regular del producto a nivel nacional con más de dos millones de quintales.
Días atrás dirigentes gremiales en nuestra ciudad alertaron sobre el problema señalando que “los ingenios no estaban cumpliendo adecuadamente con la provisión de azúcar a los comerciantes, situación que generaría otra vez la desaparición del producto y su encarecimiento”.
Existe un convenio de los industriales azucareros para vender su producción –de azúcar– a seis bolivianos el kilo y además cubrir toda la demanda interna de aproximadamente 7,5 millones de quintales, cifra que se elevaría en la nueva zafra hasta los 9,5 millones de quintales, evitando escasez y variación de precios.
Sin embargo, el producto subió de precio, por lo menos en algunos mercados del país, donde se vendía el quintal en 265 bolivianos y ahora cuesta 280 bolivianos, significando el hecho un síntoma muy peculiar en tiempos de crisis y pero aún en periodos de incertidumbre y caos.
Pero el asunto puede complicarse seriamente si también se produce un descontrol en el suministro de carburantes, especialmente la gasolina, que propiamente desaparece los fines de semana en la mayoría de los surtidores de la ciudad causando molestia y preocupación de la ciudadanía ante la perspectiva de una variante en precios que se produciría cuando menos se espera y que llegaría repitiendo su denominativo tenebroso y peligroso de “gasolinazo”.
Son algunos síntomas que en materia económica ponen la piel de gallina en la población, ocasionan serias dudas y alimentan el factor de incertidumbre que es el elemento más peligroso para las reacciones de los movimientos sociales, sean los que realmente se originan en las bases del conglomerado social de nuestro país o aquellos otros que con el mismo denominativo responden a instructivas superiores, pero que cuando las papas queman se convierten en sectores contestatarios y altamente belicosos.
Nadie quiere que en nuestro país se repitan confrontaciones entre bolivianos, pero es menester que ciertos problemas que afectan directamente al bolsillo del pueblo, se expliquen adecuadamente, se eviten distorsiones en precios y abastecimiento y se corrijan los errores de suministro. Todos quieren vivir en paz, pero sin arrebatos especulativos.
Fuente: LA PATRIA
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