Doña Elenita más de medio siglo fabricando voladores
03 jul 2011
Fuente: LA PATRIA
Fotos: Reynaldo Bellota Gamboa
¿Fotos en alta resolución?, cámbiate a Premium...
Detenida en el tiempo, como una clásica mujer, nacida en los años 20 del siglo pasado, es la señora María Irene Enríquez, más conocida como Doña Elenita. “Mi nombre es María Irene, pero muchos no podían decir Irene y me decían Elena y me quedé con ese nombre, me gusta, son cosas que la vida”, dice la atenta anciana que vivió 65 de sus 88 años confeccionando voladores, fabricando ilusiones y satisfaciendo la exigencia de centenares de niños que llegaron hasta ella para encomendarle la creación de uno, exclusivo y original.
Ella convirtió esta práctica en una forma de vida, pues desde sus 23 años se dedicó a la fabricación de los voladores, papalotes o volantines como también se los conoce y que eran uno de los juguetes favoritos de los niños de antaño.
Este frágil objeto construido en base al papel seda, con dos “th’isis” (soportes delgados cortados de una especie de cañahueca), algo de pegamento e hilos, con diseños particulares y combinados inimaginables, sin lugar a dudas marcó la infancia de cientos de hombres y algunas mujeres de aquel tiempo cuando la modernidad de la tecnología no definía su cotidiano.
“Antes había más demanda. Aquí los chicos entraban y salían como si fuera un negocio grande, yo ya ni miraba a quienes vendía, pero los chicos se iban contentos con su volador”, recuerda entre tanto no descuida el tiempo para seguir fabricando sus voladores y así alcanzar a cubrir el pedido pendiente de un grupo de niños de un colegio que le encomendaron la fabricación de 100 ejemplares.
Ella asegura que la demanda para sus productos ya no es como antes, pero confirma que el entusiasmo infantil por tener un volador es el mismo. “Vienen las wawas con sus papás, y piden un color, otro color, pero el que más compran es el de San José”, comenta. Los precios de los voladores oscilan entre 4 a 8 bolivianos.
Una hora y media, es suficiente para que de sus laboriosas manos nazca un volador, colorido y atractivo, pero ante todo a gusto del cliente. “Listo ya está su cabecita, su cola y sus aletitas”, describe y consultada sobre el secreto de fabricación de estos juguetes para que alcancen la mejor altura posible, asegura que es el centrado de los hilos. “Otros no saben y lo hacen como sea, por eso no vuela bien”, aconseja.
Su creatividad y habilidad manual forjaron cientos de voladores que luego fueron a parar a manos de niños y por qué no de adultos que incluso al momento de jugar con él dejan aflorar la infancia que llevan dentro. Entre sus clientes recuerda al ex alcalde Jorge Aillón Zambrana, que cuando era niño frecuentaba su negocio, para adquirir voladores.
La octogenaria, pero dinámica mujer, es la única que aún vive, de un total de 7 hermanos, todos se dedicaban a esta actividad. “Yo sola hago, mi hijo un poco me ayuda, pero después sola. Éramos siete hermanos, ellos han ido muriendo, me quedé sola, ellos también hacían voladores pero yo era más conocidita”, recuerda y describe cómo en los mejores tiempos los negocios familiares estaban instalados en la misma casa, pero en tiendas diferentes.
“Eran cuatro tiendas, una al lado de la otra”, indica. Su negocio actualmente está instalado en la calle Pagador entre Montecinos y Herrera, identificado con un letrero antiguo que indica “Voladores Doña Elenita”. Su padre por más de 70 años también tuvo la misma práctica, por lo que se estima que el negocio tiene una antigüedad de más de 100 años.
Cuando se independizó y logró constituir una familia, por los años 40 llegó a vivir en la zona Este, donde también instaló el mismo negocio. “Ahí me faltaban manos para hacer y para vender”, recuerda.
Ahora abocada al clásico diseño de un rombo en el centro, con aletas y una cola de colores, recuerda que antes hacía una diversidad de diseños. “Una vez cayó una mariposa y del bichito comencé a diseñar. También hacía estrellas, y… otros que ya no me acuerdo. Amanecía y ni la hora me fijaba, para mí era todo trabajar y trabajar, algunos jóvenes venían y junto a ellos hacíamos los voladores”, confiesa.
Su rutina diaria se inicia muy temprano, luego de servirse el desayuno, prepara su almuerzo y por la tarde hasta horas muy avanzadas de la noche trabaja en la fabricación de los voladores. “Año redondo hago eso, pero cuando más se vende es en la época de Semana Santa”, indica.
A su edad Doña Elenita, junto a las fabricantes de juegos artificiales, todavía realiza viajes a una población fronteriza con el Perú, para proveerse de “th’isis” porque asegura que este material es caro en Oruro.
Fuente: LA PATRIA
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresía Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del día en PDF descargable.
- Fotografías en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.