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Domingo 03 de julio de 2011

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Revista Dominical

Efervescencias subterráneas

03 jul 2011

Por: Márcia Batista Ramos - Escritora

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¿Quién no sabe que todo aquello que es bueno, cuando no engorda es pecado?

Pues, en el mundo occidental ultrapasar la barrera de las reglas, para una buena parte de los vivientes, es simplemente: emocionante…

Quizás, por eso, sencillamente, vivimos en el cotidiano, la expresión más autentica de la contracultura: autóctona, endógena y más folklórica del continente. Entendiendo contracultura como la realización de las aspiraciones y sueños de un grupo social marginal.

El proceso de metamorfosis interior que reflejan los cambios y la evolución interna de las sociedades, se manifiesta en las bondades del bienestar que usufructúan sus habitantes.

Cuando los ciudadanos de a pie, no pueden utilizar las aceras porque están copadas de mercancías y los niños tienen que regresar a casa después de la escuela, disputando las calles con las movilidades, en un franco riesgo de sus vidas, mientras aprenden que la acera es para vender y la calle para movilizarse a pie o en auto.

Todo por culpa de la contracultura imperante, que afecta a los estantes de nuestro territorio y permanece de forma molestosa ya durante buen tiempo en nuestra sociedad; aún cuando, por ser un movimiento endógeno, cobra ciertas características contradictorias muy particulares, como la desorganización y la excesiva falta de planificación. Dejando una niebla que no permite distinguir la realidad del engaño y de la desilusión.

En contraposición a los procesos de la contracultura, en otras sociedades, que normalmente, son procesos organizados donde se puede visualizar sus gestores y los objetivos que persiguen. Acá, cuando se visualiza los gestores del movimiento de la contracultura, apenas se sospecha de los objetivos reales que persiguen.

Es importante mencionar, que en el proceso de la contracultura autóctona, que nos corresponde vivir como sociedad, el grupo marginado que discordaba de la cultura imperante fue beneficiado políticamente, por cuestiones coyunturales, por las mayorías que no perseguían, como objetivo, el movimiento de la contracultura, tampoco tenían conciencia de que ese movimiento estaba gestándose; se trataba de un momento histórico, donde la gente acudió a las urnas con el sentimiento de: “veremos lo que hacen estos”; nada más.

¡Y aquí estamos! Comiendo el pan que el diablo amasó con la cola.

El movimiento de la contracultura, tomó formas masivas trayendo a la superficie una cultura que estaba ahogada y escondida en lo profundo de nuestra sociedad, que aparentemente no existía.

Consecuentemente, el movimiento de la contracultura que experimentamos, tiene la apariencia de un movimiento cultural espontáneo de grandes proporciones, puesto que, políticamente está respaldado, en las urnas, por una mayoría, pero, ideológicamente no.

El pueblo no tiene claridad, tampoco parecen tenerla los dirigentes, pues, ellos medio que tambalean a la hora de la toma de decisiones. Tanto es así, que los políticos caminan como cangrejos modificando las leyes y buscando medidas de índole distractiva y no estructural, para no perder el apoyo que los llevó al poder. Mientras tratan, con mucho esfuerzo, de afianzar y sobreponer una nueva cultura en nuestro medio.

Lógico está, que otros observadores del quehacer social, opinen que nuestra sociedad, está probando un subproducto de la cultura dominante y llaman a este caos de subcultura.

De cualquier modo, la exigencia de estimular la imaginación para buscar nuevos cambios se torna urgente.

Pero, visualizando al detalle el contexto, la exigencia de cambiar o de evadir puede generar formas de expresión culturales poco armoniosas. Es complicado pensar en rehacer lo que ya fue deshecho. Especialmente, cuando es sabido de antemano que cada uno jala por su lado.

La situación, se torna un poco difícil. Puesto que, la gente que instauró la contracultura en el ámbito nacional no está lista para el debate crítico; además, ahora, parece que la disponibilidad para la transformación, aún no representa una necesidad para la colectividad. Pero, es una necesidad urgente para la nueva minoría, hoy por hoy marginada, que se está acentuando en la sociedad que, infelizmente, hace oídos sordos y tiene los ojos vendados para aquellas historias del pasado que todavía deberían estar latentes, al menos en la memoria de aquellos que por tradición generacional no debieron olvidar.

Se tiene la impresión, que algunos sectores pretenden ahondar aún más en el rechazo a los valores sociales y modos de vida pre establecidos. Seguramente, para ver a donde llegamos. No cavilo otro motivo, para justificar el sendero que nuestra sociedad, está recorriendo con tanta prisa.

Visto de lejos, el caos imperante, es folklórico y risible… Sirve para que pescadores más expertos vengan a arrojar sus redes, sobre una sociedad que se derrumba desde sus propios cimientos.

Visto de cerca, es insufrible, pues, nadie cede el asiento a una persona de la tercera edad en un trasporte público, los niños crecen sin aprender buenos modales y valores que otrora nos inculcaban. La educación, como conjunto de disposiciones y capacidades, que permiten a una persona recibir influencias para construir su conocimiento, se perdió en el camino polvoriento de la nueva contracultura nacional.

Estamos cabalgando a galope. ¿Hacia donde?

Mientras que el mundo que nos rodea en todas sus multiplicidades, en un incesante cambio, esta buscando mayor solidez y bienestar para sus habitantes, educándolos en todos los aspectos para que usufructúen del bienestar. Acá, va en creciente la dificultad para ejercer una profesión, pues, se está edificando un sistema de emplazamiento del conocimiento intelectual académico, por la experiencia sindical.

Pareciera que no saben que son cosas distintas, que el buen médico no necesita ser buen sindicalista para realizar una cirugía exitosa y que el buen sindicalista no esta apto para realizar una cirugía o un transplante con éxito. "Conclusión: hay que ilustrar a las clases ilustradas. Empezad por la cabeza, que es la parte más enferma; el resto seguirá", escribió Flaubert hace un siglo y medio.

Estamos vivenciando la etapa de ultrapasar las barreras de las reglas banales para llegar a una verdad absoluta; asumiendo el serio riesgo de no llegar a nada bueno.

La búsqueda de una transformación social precipitando por tierra todos los patrones existentes, a cambio de un nuevo modelo social-económico desconocido, simplemente aleja cualquier sociedad de la superación y por ende, del desarrollo.

Por ahí vamos, pues, el concepto de la contracultura que se puso en vigencia en nuestra sociedad, es sencillamente, el de arremetida contra la cultura predominante sin tener presente qué modelo va a sustituir lo que se esta derrumbando; estamos viviendo la “cultura a la contra”.

Por lo tanto, suscita la inquietud que empuja hacia metas desconocidas, pues, existe una responsabilidad ineludible, por las futuras generaciones, aún cuando no se asuma tales responsabilidades y se utilice mucho tiempo en manifestaciones contra el orden establecido y a favor del nuevo orden a establecerse después del desorden actual.

Como todo lo que es desconocido o diferente, el movimiento de la contracultura actual, tiene que buscar su vereda para marchar de buena manera, caso contrario tiende a inclinarse hacia el fanatismo político, probablemente, por el miedo a perder los espacios de poder, que ellos aún no asimilaron, cómo lograron conquistar.

Lo malo es que por sus angustias existenciales, justos pagan por pecadores… Es duro, pero, es verdad, a cualquier momento empezaran las censuras y represiones o aumentarán como dirían otros, depende de la óptica.

Es que les falta glamour, para llevar adelante las ideas y capacidad de argumentación para ser convincentes. Pero, sin caer en injusticias, vale recordar que lo “bueno” de la represión, es que siempre trae consigo efervescencias subterráneas que en los casos más felices, afina la sensibilidad, pues, estimula la creatividad aportando a la inspiración genial de salidas inesperadas.

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