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Sábado 02 de julio de 2011

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Revista Tu Espacio

Retraso del crecimiento (I)

02 jul 2011

Fuente: kidshealth.org

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Debido a lo interesante de este artículo, queremos compartirlo en toda su extensión, por lo que lo haremos en dos partes.

¿Qué entendemos por “retraso del crecimiento o fallo de medro”?

Aunque hace más de un siglo que se identificó el retraso del crecimiento, no disponemos de ninguna definición precisa del mismo, en parte porque describe un estado o cuadro clínico, más que una enfermedad concreta. Los niños con retraso del crecimiento no reciben o no son capaces de ingerir, retener o utilizar las calorías necesarias para ganar peso y crecer como cabría esperar.

Tras el nacimiento, el cerebro de una persona crece tanto en un año tanto como crecerá durante el resto de su vida. Una alimentación inadecuada o insuficiente durante este período puede tener efectos negativos permanentes sobre el desarrollo mental de un niño.

Mientras que un bebé a término promedio duplica su peso natal en torno a los 4 meses y lo triplica en torno al año, los niños con retraso del crecimiento no alcanzan estos hitos evolutivos. A veces, un niño que empieza siendo rollizo y que da muestras de estar creciendo con normalidad puede empezar a ganar peso con mayor lentitud. Al cabo de un tiempo, el aumento de estatura también se hará más lento o se estancará.

Si el retraso de crecimiento progresa, un niño desnutrido puede: Perder el interés por su entorno, evitar el contacto ocular, volverse irritable, no alcanzar los hitos evolutivos, como sentarse, andar o hablar, a las edades habituales.

¿Qué puede causar un retraso del crecimiento?

Algunos niños presentan retraso del crecimiento debido a:

Factores sociales. En algunos casos, los médicos no logran identificar ningún problema médico, pero constatan que, de hecho, son los padres quienes están provocando el retraso del crecimiento. Por ejemplo, algunos padres restringen inadecuadamente la cantidad de calorías que dan a sus hijos. Pueden temer que su hijo engorde demasiado y le hacen seguir una dieta restrictiva similar a la que siguen ellos. También puede ocurrir simplemente que no alimenten suficientemente a su hijo, bien por falta de interés o porque hay demasiadas distracciones en casa, lo que contribuye a que desatiendan al niño. Vivir en la pobreza también puede conllevar la incapacidad de colmar los requerimientos nutricionales del niño.

Trastornos de sistema digestivo, como el reflujo gastroesofágico, la diarrea crónica, la fibrosis quística, la hepatopatía crónica y la enfermedad celíaca. A los niños que tienen reflujo, el esófago se les puede irritar tanto que acaban rechazando comer porque les duele. La diarrea persistente puede interferir con la capacidad del cuerpo para retener y aprovechar los nutrientes y calorías ingeridos.

La fibrosis quística, la hepatopatía crónica y la enfermedad celíaca son trastornos que limitan la capacidad del cuerpo para absorber nutrientes. Se conocen como trastornos de malabsorción -el niño puede comer mucho, pero su cuerpo no es capaz de retener y absorber suficientes nutrientes. La enfermedad celíaca está provocada por la sensibilidad a una proteína contenida en el trigo y otros cereales. La respuesta anómala del sistema inmunitario a esta proteína lesiona las mucosas que recubren el interior de los intestinos, interfiriendo con su capacidad para absorber nutrientes.

Una enfermedad o trastorno médico crónicos. Si un niño tiene dificultades para comer -porque es prematuro o porque tiene fisura palatina, por ejemplo- no podrá ingerir suficientes calorías para crecer con normalidad. Los trastornos cardíacos, endocrinológicos y respiratorios también pueden provocar un retraso del crecimiento.

Intolerancia a la proteína de la leche. Este trastorno puede dificultar la absorción de nutrientes hasta que se diagnostique. Puede obligar a excluir de la dieta un grupo entero de alimentos, restringiendo la dieta del niño y desembocando ocasionalmente en un retraso del crecimiento.

Infecciones (parásitos, infecciones del aparato urinario, tuberculosis, etc.) Al plantear importantes demandas energéticas al organismo, las infecciones obligan a utilizar los nutrientes rápidamente, pudiendo también repercutir negativamente sobre el apetito y provocando a veces retrasos del crecimiento de breve o larga duración.

Trastornos metabólicos, que también pueden limitar la capacidad del niño para aprovechar las calorías ingeridas. Los trastornos metabólicos dificultan la descomposición, procesamiento y/o obtención de energía de los alimentos, o pueden provocar una acumulación de toxinas durante el proceso de descomposición, lo que puede motivar que el niño coma poco o vomite lo que come.

Fuente: kidshealth.org
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