En artículo titulado “Los tres del ‘casus belli’”, publicado el domingo 19 de junio del año 2011, patentizaba el carácter de incorrección histórica y política en que incurría el presidente electo del Perú, Ollanta Humala, al negar cualquier participación del aliado en 1879, respecto de la reintegración oceánica que Bolivia ha intentado desde que el azar o el destino le haya clausurado soberanía en el Pacífico.
El 21 de junio, 2011 en La Paz de Bolivia, Humala ha transmutado su pretérita opinión y, ha declarado su “total apoyo” a la “legítima” demanda de Bolivia. Más allá, aún, ha expresado: “Yo sueño con la reunificación del Perú y Bolivia, sueño que en algún momento esa línea fronteriza desaparezca y volvamos a ser una misma nación, un solo país”.
La manifestación del presidente electo del Perú no es un disparate, no un mero “sueño” o una quimera irrealizable; tiene latente, intencionado o no, un sentido harto importante para los dos países, para Bolivia entraña la inminente situación propicia de volver al Pacífico.
En el prólogo a “El Litoral de Bolivia”, obra que ha forjado no sin nobleza don Manuel Frontaura Argandoña; Federico Nielsen Reyes apunta: “De nuestra parte, creemos oportuno reproducir aquí la referencia contenida en la página 163 de ‘Volveremos a la Vecindad del Mundo’ porque refleja la autorizada opinión de un conocido estadista contemporáneo de Chile, don Ernesto Barros Jarpa, ex-Ministro de Relaciones Exteriores, internacionalista destacado, Asesor permanente de la Cancillería de su país: ‘Si la Confederación se salva, estaríamos hoy limitando con el desierto de Atacama en el paralelo 26; nuestra bandera no tremolaría en el mástil de los barcos que cruzan las costas americanas del Pacífico y el nombre de Chile no tendría el sitio de honor que ocupa en el concierto de las naciones’ (de su tesis de ingreso a la Academia Chilena de la Historia, Santiago 27 de abril, 1956)”.
El prólogo fechado marzo de 1968, refiere también que la “Confederación Perú-Boliviana” acaeció entre 1836 y 1839.
La cuestión Perú-boliviana no es únicamente de estro marítimo, sino es de estro histórico. La impronta Kolla, la colonia, la gesta independentista, la Confederación en la República, la alianza a priori del conflicto bélico, la catástrofe en él como consecuencia inexorable de su desinteligencia y cese de unión; han mostrado de alguna manera que estas naciones acaso debieron ser una. Que eran susceptibles de esplendor si actuasen unidas. Tal vez fue su destino campear así, quizá la reticencia y la miseria truncaron ese destino.
Han transcurrido cosa de 127 años desde que se sellara el ofensivo Pacto de Tregua de 1884 entre Bolivia y Chile, ciertamente la Nación no es la endeble que suscribió ese contrato, ha crecido, se ha fisonomizado, ha atravesado pruebas de fuego en que ha reafirmado su ansia de construir la nacionalidad, hoy Bolivia es más fuerte que la amenazada de 1884 con la polonización, los hombres y los Estados tienden a crecer, naturalmente, pero no tienden a organizar; aquí es donde el hombre debe imprimir su impronta, su acción. Bolivia debe, ante todo, organizar su política, patentizar esa vasta disciplina que los pseudo políticos han mancillado, solo así podremos volver “a la vecindad del mundo”, como decía Federico Nielsen. Y podremos mirar buenamente incluso hacia maniobras necesarias como la Confederación, efímera o permanente, la experiencia lo dirá, para corregir la ignominia de América.
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