Todas las personas e instituciones serias realizamos un Balance al concluir el primer semestre del año e iniciarse el segundo. Los Bancos solían suspender sus actividades de atención al público para realizar esa tarea, aunque en este tiempo cibernético conocen al día su situación financiera sin tanto alarde.
De todas maneras “balancearse” ha sido y es una práctica saludable que ayuda a planificar nuestras actividades para la otra mitad del año, y en eso me hallaba pensando esta mañana cuando vi aparecer en mi casa a la única persona que se preocupa por mí y trata de conducirme por el camino de la vida: mi comadre Margarita, más conocida como la señora Macacha.
Al verla con el ceño adusto y severo, le agradecí por visitarme tan temprano cuando me aprestaba a realizar mi Balance Semestral, contestándome que “no me visitaba para tal efecto sino para recordarme que ya habían transcurrido seis meses del año 2011 y aún no le había pagado un centavo de las sumas de dinero que le adeudo y que se hallaba dispuesta a cobrar sus dólares recurriendo a la Justicia Boliviana y posteriormente al Tribunal Internacional de Justicia de La Haiga, como está de moda.
Acepté su decisión con dignidad muy boliviana y también le comuniqué que debería atenerse a enfrentar las consecuencias que sufriría la recuperación de sus dineros por la retardación de justicia tanto en los tribunales nacionales como también en el Tribunal de La Haiga, como ella le llama.
Esa respuesta mía, digna y verdadera, la hizo cambiar de opinión pues me dijo esbozando una sonrisa: “Usted siempre me gana, compadre, págueme cuando pueda y hoy dedicaremos nuestro tiempo a realizar un Balance Semestral del comportamiento de nuestro país durante el Primer Semestre de 2011”.
Ella me aconsejó a dividir nuestro trabajo en varios capítulos, comenzando por el Balance Folclórico que es el más bonito y alegre.
Anotamos en un libro de Contabilidad los días laborales del semestre, o sea 180, de los cuales tuvimos que restar sábados y domingos que en medio año resultan 52 días de descanso, convirtiendo al semestre en un lapso laborable de 130 días de trabajo. De esos 130 días aptos para trabajar también debemos restar los feriados reconocidos por la Ley y por la costumbre: 4 días feriados por Carnaval, otros 4 feriados por Semana Santa, Año Nuevo Aymara 5519, Corpus Christi, debiendo restar también los 15 días que bailamos en la gloriosa fiesta del Señor del Gran Poder. En medio de ese recuento de días libres dedicados al noble quehacer del baile folclórico, Macacha se perdió en sus cálculos y me dijo: “Compadre, de los 180 días imaginariamente laborables del semestre, apenas llegamos a trabajar unos noventa días, haciendo cálculos exagerados”.
Quisimos anotar esos días como laborables o productivos, pero caímos en cuenta de que, honradamente, no podríamos calificarlos así porque dejamos de trabajar total o parcialmente unos tres meses porque no hubo semana alguna en el semestre en la que no se hubieran cumplido huelgas y paros en todo el territorio nacional: pararon los transportistas, los maestros, los empleados de salud, los mineros y hasta las trabajadoras sexuales que funcionan en El Alto.
Como el balance nos resultaría desastroso, resolvimos dejar de lado esa loable intención y nos fuimos a bailar al “Malena” para olvidar nuestras penas del primer semestre.
PAULOVICH
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