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Domingo 26 de junio de 2011

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Cultural El Duende

EL MUSICO QUE LLEVAMOS DENTRO

Alcanzar la eternidad

26 jun 2011

Fuente: LA PATRIA

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La época actual, crudamente económica, no tiene aspiración trascendente. Vive al día y sufre un vacío espiritual. Cuando se contempla, 500 años después, la existencia de artistas que creían en la eternidad como meta de la vida humana, sus obras parecen divorciadas de la realidad. Hoy, en aras del espectáculo y el negocio que alimenta, se descuida el pensamiento musical puro.

Hace más de cuatro mil años, egipcios, chinos, indios y hebreos crearon sus rezos e himnos a base de la eternidad, sin adosarle espectáculo alguno porque para ellos su música tenía tanta significación como sus monumentos y pinturas. El templo de Jerusalén fue centro musical de máxima importancia. En la India la música es patrimonio de toda la población. Su herencia llegó, por vía de Bizancio (Constantinopla), a impregnar la cultura sonora de los pueblos europeos, quienes habiendo adoptado el dogma cristiano, cantaron los salmos de David no en hebreo sino en latín, con las diferencias de fraseo y acentuación que ello acarreó.

Esos cantos fueron uniformados y codificados por el papa Gregorio I, para impedir la anarquía de las oraciones resultante de la inventiva de cada comunidad: distinta música para los mismos textos. La música debía ser homófona utilizando sólo la voz, único instrumento creado por Dios. Y así fue como el canto gregoriano, entonada por dos, veinte o doscientas gargantas, sólo masculinas, durante siglos se consideró la única música respetada en Europa.

La polifonía, varias voces o líneas melódicas, surge siglos después en Europa, sin que se sepa el móvil de esta innovación revolucionaria. Esta melodía exige esfuerzo cerebral para percibirse como unidad. Su triunfo fue similar al triunfo del estilo gótico (múltiple, adornado) sobre el románico (macizo, monolítico). Francia, Inglaterra y luego Flandes (Países Bajos y norte de Bélgica actual), llevaron la polifonía a sus primeras cimas. Willaert la transportó a Italia y más tarde se impuso en España, que vivía la Edad de Oro de su cultura. Su máxima cumbre fue el italiano Palestrina.

Fuente: LA PATRIA
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