Jaime Ocampo Montán, un potosino que creció en Oruro, amando esta tierra de la que nunca se olvida y ante todo llevando en el corazón el rojo y negro blasón del colegio “Juan Misael Saracho”, donde hace más de medio siglo logró formar su personalidad conociendo el rigor y la sapiencia de sus maestros y cultivando amigos formados bajo la trilogía: “Comprensión, Cooperación y Superación”.
Esa trilogía al parecer marcó la vida de Jaime Ocampo, quien ahora es un próspero empresario boliviano, pues con la perseverancia del trabajo, consolidó la industria farmaceútica Lafar, empresa que aunque parece increíble surgió hace 22 años con una mínima inversión de 5.000 dólares y ahora cuenta con un capital de 12 millones de dólares, antes como un emprendimiento familiar y luego como una sociedad a partir de otras inversiones provenientes de financiamiento bancario.
LA PATRIA conversó con él en ocasión de la celebración de las Bodas de Titanio del colegio Saracho y conoció que la constancia le permitió alcanzar la meta soñada de “experimentar compuestos en base a recetas”.
“Me gustaba cocinar, hasta ahora me gusta, es una receta y la fabricación de medicamentos es también en base a recetas”, comenta aquel alumno de los años 50; cuando las matemáticas eran su principal debilidad como estudiante, al extremo de haberse aplazado, pero a la vez reveló su atracción particular por las Ciencias Naturales y Química. “En matemáticas no era de los mejores, pero había que cumplir”, dice y se ríe.
En la celebración del aniversario sarachista, fue uno de los invitados especiales y mereció el reconocimiento de maestros y actuales alumnos. “Me emocionó ver tanta juventud, estudiando, probablemente pensando en un futuro, con ganas de trabajar y profesionalizarse, me sorprende el afán de la gente joven de estudiar y trabajar, pero lamentablemente no hay los medios, no hay el espacio, no hay empresas donde puedan trabajar, la juventud crece”, reflexionó.
Con los años de experiencia y siendo la prueba palpable de que la perseverancia es la clave de la superación, considera que los jóvenes deben trazarse una meta bien definida para un futuro y trabajar en esa dirección. “Si no es así uno no logra los objetivos y resultados, debemos tener un compromiso con uno mismo”, dijo.
Él era un joven tranquilo y sencillo. Como una de las travesuras colegiales, recuerda cómo las jóvenes y simpáticas maestras que ingresaban a trabajar en el colegio huían de los piropos sarachistas. “Muchas se iban del colegio”, nos cuenta.
Estudió el nivel primario en la escuela Sebastián Pagador y tras pasar por las aulas sarachistas, alcanzó su formación académica en la Universidad Mayor de San Andrés, de donde se graduó como bioquímico y farmacéutico, luego beneficiado con una beca de la Onudi se fue a estudiar a Bélgica, para especializarse en tecnología farmacéutica.
Con la prefecta combinación entre la vocación y la formación profesional, hace 22 años decidió dar los primeros pasos en el rubro, creando la industria farmacéutica que años después lo consagró como un próspero empresario. Laboratorios Lafar, están instalados en la ciudad de El Alto, con peculiares características en su diseño arquitectónico, replicando la Puerta del Sol y en las afueras de la empresa, Ocampo ordenó la construcción de una plazuela copiando el diseño del templo de Kalasasaya.
Indicó que Laboratorios Lafar es una empresa que adecuó sus normas de trabajo, para alcanzar niveles de exportación, objetivo cumplido al haber ingresado a mercados peruanos y con una buena proyección en Nicaragua y Ecuador, donde la relación de precios favorece a esta empresa boliviana, pues allí cualquier medicamento cuesta cuatro veces más que los precios establecidos por ellos.
“Somos una empresa 100% nacional, con capitales y trabajadores bolivianos. Trabajamos con productos sólidos en esta gestión estamos con líquidos y semilíquidos, al finalizar el 2011, probablemente estemos con inyectables. Ya somos una empresa líder”, explicó.
PROGRESO
La empresa liderada por Ocampo, surgió producto del trabajo y la confianza, para consolidar el equipamiento necesario cumpliendo normas internacionales y seguir aportando al país. Su planta de trabajadores se expandió de 5 personas a 330 trabajadores en toda Bolivia, siempre trabajando en base a una armonía familiar, pues sus hijos y las esposas de ellos forman parte del personal de la empresa.
“Es una confesión, nací con una inversión de 5.000 dólares empecé con productos galénicos, como mercurio cromo, pintura de yodo, es decir medicamentos de primera curación. Pero esa tecnología que aprendí afuera me abrió los ojos, para hacer una verdadera industria farmacéutica, que es compleja, es multidisciplinaria y es una industria estratégica. Después de las armas está la industria farmacéutica. Hay que tener vocación, constancia y sobre todo decisiones”, puntualizó.
Indicó que por decisión del Ministerio de Salud, hasta el 5 de noviembre todas las industrias farmacéuticas, deben adecuarse a las normas internacionales, pero debido a los costos que representan estos trámites muchas no pueden concretar el objetivo. “Pasaron los años y sólo dos empresas hemos podido adecuarnos. Ésa es la realidad y en el país no hay seguridad, hay desconfianza, pero nosotros no vamos a dar un paso atrás”, enfatizó.
RESPONSABILIDAD SOCIAL
Lafar como parte del trabajo de responsabilidad social, apoya a instituciones del área de salud, cárceles o instituciones que tienen bastante relación con la salud, no sólo con la dotación de medicamentos, sino también con un respaldo económico.
(MAQ)
Fuente: LA PATRIA
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